Capítulo 3: El bote de pastillas

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Mario se presentó muy puntual, a la hora acordada. Yo me acababa de levantar y tenía un aspecto horrible, pero era a la hora a la que solía despertar y no tenía ganas de madrugar.

Entró por la puerta y se dirigió, muy seco al sofá, dónde se sentó, me miró fulminantemente y dijo:

- Tenemos que hablar

Olía a tabaco y él no suele fumar, pero cuando lo hace, es que está muy muy enfadado con algo (o alguien)

- Ma...Mario, ¿qué pasa?

- Que te tengo que decir algo - Empezaba a ponerme nervioso, por el tono que empleaba y un movimiento de pierna, que no cesaba.

- ¿De qué se trata?

- Pues - su tono se relajó y empezaba a ser más pausado, casi melancólico - que verás, yo... Tú... Tú me gustas David y bueno, por lo que hemos hecho en estos días anteriores, pues pensaba que ese sentimiento era mutuo, pero ayer empecé a rayarme y a pensar y... pues eso, que no se si tú sientes lo mismo que yo.

No tenía palabras. No sabía que decir, ni cómo decírselo para no cagarla. Fui a la cocina y traje una botella de agua, de la que bebí hasta dejarla vacía. Me aclaré la voz carraspeando un poco hasta que pude articular palabra:

- Si, vale, me gustas, desde siempre, desde que te vi entrar por la puerta de clase, en primero, pues desde ese día. - Mi voz se volvió temblorosa y llorosa - Pero como aún éramos muy pequeños y bueno, tú aún no habías salido del armario, pues pensé que iba a hacer el ridículo. Luego empezaste a salir con otros chicos y tampoco me hacías mucho caso. He estado seis años enamorado de ti, ¡SEIS PUTOS AÑOS, JODER! Y lo que más quiero en este mundo es estar contigo, porque me haces sentir la persona más maravillosa del mundo, me siento seguro a tu lado, me siento comprendido... Siento no habértelo contado antes, de verdad.

Mario se quedó mudo, pero se echó a llorar. Me senté encima de sus piernas, lo abracé y lo besé en los labios. Y le susurré al oído:

- Te quiero, ¿querrías hacerme el hombre más feliz del mundo saliendo conmigo?

A lo que él respondió:

- Si quiero

Y nos volvimos a besar.

- Hay algo que no entiendo - Me dijo.

- ¿El qué?

- Tu... Perdona la indiscreción de la pregunta, pero... ¿Tú tuviste sexo con Elisa?

- Em... Pues sí, varias veces - Respondí avergonzado, bajando la mirada.

Cogió mi barbilla y alzó mi cara, justo para que pudiera ver su pequeña sonrisa y sus preciosos ojos.

- No te avergüences, pero, a ti ella te "ponía"

Abrí los ojos como platos. La respuesta fue clara y fulminante, leyó lo que decían mis pupilas y acto seguido, volvió a preguntar:

- ¿Y cómo follabais? Aún no me lo explico.

- Pues, yo... en ocasiones...

- Venga dilo - Me apresuró.

Volví a bajar la mirada y le dije:

- ¡Pensaba en ti!

Empezó a reírse, cosa que no me gustó nada, pero lo arregló con un dulce beso en la mejilla.

- No le veo la gracia al asunto, sinceramente.

- Jope cielo, no te enfa... ¡Ai mierda, no quise decir eso, te lo juro!

- No importa, aunque me encanta que me digas cosas así.

- Bueno anda, vístete, que vamos a llegar tarde.

A primera hora tocaba Ciencias de la Tierra y Medioambientales. Y el sitio de Elisa, en la primera fila, al lado de la ventana, estaba vacío.

Al llegar a clase con Mario, mis compañeros me miraban de forma muy despectiva. Los dos nos miramos y nos encogimos de hombros. Conforme nos íbamos adentrando, empezaba a clarificarse el murmullo. Oí cosas como: "mira el que casi la mata" y "éste es un sinvergüenza".

No entendía lo que estaba pasando. Con una sonrisa esplendorosa se dirigió hacia mi Lucía, que parecía la única que no me iba a pegar a la salida.

- ¿David, podemos hablar un momentillo? - Me dijo con una amplia sonrisa.

- Tú dirás.

-Verás, se comenta que, bueno, por tu culpa Elisa ha estado a punto de morir. Y bueno, ya sabes cómo son los chismorreos, que es una cosa y se dice otra. Se ha estado comentando incluso que tú la odias por ser lesbiana y todo eso.

No daba crédito. ¿Todo el instituto sabía que era lesbiana antes que yo?

- Pero... a ver, a ver, ¿quién dice eso?

- Todos... ayer se lió una por el grupo de clase... Pero yo salí a defenderte. Y bueno, me han echado del grupo, pero lo importante es que yo sé que no piensas así. ¿O realmente lo piensas?

- ¿Tu flipas tía? ¿Cómo voy a pensar yo eso? Si me he pasado todo el puto fin de semana en mi casa, llorando por ella y hoy me encuentro por toda esta movida.

- No te enfades anda. Hoy he quedado con Mario para ir a ver a Elisa, ¿te vienes no?

- Claro que iré.

Dirigí la mirada al suelo y empecé a sacar los libros. En ese mismo instante, llegó Irene, la mejor amiga de Elisa.

Todos enmudecieron. Me buscaba, estaba muy nerviosa y alterada. Nuestras miradas se cruzaron, la suya era fría, de odio infinito y la mía de desconcierto absoluto.

- Tu, hijo de... ¿Sabes que por tu culpa está en el hospital, verdad? ¡Ha estado a punto de morir joder, y tu ahí tan tranquilo! Debería arrancarte los huevos de cuajo.

- ¡MIRA, NIÑATA! - Grité muy enfurecido - Ella es la que ha ido mintiéndome, cuándo TODO el instituto sabía que a ella no le gustaban los hombres, sois vosotros los que día tras día os habéis estado cachondeando de mi por detrás, y es ella solita la que se tomó un puto bote de pastillas porque no le contesté a una puta llamada de teléfono. Así que ¿¡que cojones me estás contando tía!? Quién es el hijo de puta aquí, ¿vosotros, que os dedicáis a inventar que da gusto, o yo, que sólo me he dedicado a llorar este puto fin de semana?

El insomnio de tu mirada [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora