Let me be your friend.

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Si quedaba algo de sus nervios hasta ese momento, los perdió cuando lo vio llegar y sortear las mesas en dirección a él. Steve había cambiado, tal vez, no mucho, tal vez, tal como él lo había hecho. Se había convertido en adulto. Era más alto y más fornido también. Ahora usaba barba y para su sorpresa, se veía aún mejor que en sus recuerdos, algo que le pareció casi imposible.

—¡Hey!—Steve lo saludó levantando la palma de su mano, antes de correr la silla y tomar asiento frente a él.

—Hey—Bucky sonrió, pero su sonrisa desapareció casi inmediatamente.

Habían pasado casi diez años desde la última vez que se habían visto y hablado. Los últimos intentos de comunicación habían sido por parte de Steve y Bucky se había encargado de bloquearlos todos. Diez años. Sonaba como mucho tiempo, pero no se sentían así, se sentían como si fueran apenas un parpadeo.

Pidieron un par de cafés y algo sencillo para picar. Guardaron silencio hasta que la orden llegó, con la incomodidad clásica de quienes no saben que decir.

—¿Y... cómo has estado?—preguntó Steve, rompiendo el hielo.

—Bien—Bucky suspiró, intentó soltar su nerviosismo y también sonreír—. Creí que no vendrías.

—¿Por qué no? —Steve si sonrió, y lo hizo genuina y espontáneamente.

—No lo sé. Tal vez, me guardas algún resentimiento, no lo sé—Bucky delineó el borde de su taza de café con la yema de los dedos. No se atrevía a levantar la vista.

—Claro que no, Bucky. ¿Cómo podría?

Bucky esbozó una tímida sonrisa y le lanzó una rápida mirada. Steve seguía teniendo el mismo color de ojos. Lo cual, era lógico. No es como si éste cambiara de la noche a la mañana. Pero era sorprendente que su brillo no hubiese cambiado.

—Vives en la misma casa—dijo—. Creí que ya no te encontraría ahí.

Steve ladeó el rostro y antes de contestar bebió un poco de su taza de café.

—Bueno, no quise mudarme. Pensé que... sólo al principio— se apuró a precisar—, pensé que, tal vez, volverías y... si no estaba ahí, no te volvería ver.

Bucky tragó saliva y desvió la vista, una vez más.

—Y después, con la muerte de mamá, no vi la necesidad de irme o vender la casa.

Bucky abrió la boca sorprendido y lo miró por primera vez a los ojos.

—Lo siento, Steve, no... no lo sabía.

—No te preocupes, no tenías manera de saberlo.

Bucky asintió. Se preguntó si Steve se había sentido triste. Claro que sí, sería estúpido pensar lo contrario. Las únicas personas que tuvo Steve siempre, fueron su madre y su mejor amigo. Y cuando su mejor amigo lo abandonó, sólo le quedó su madre y cuando ella se fue...

—¿Cómo estás?

Steve se encogió de hombros— No se puede evitar. Las cosas son así. Sólo sigo adelante y estoy bien.

Bucky volvió a asentir. Ambos guardaron silencio un momento.

—¿Y tú?—Steve le sonrió de nuevo. Había algo en esa sonrisa que inquietaba a Bucky, pero no lograba dar con que era— ¿Qué haces? ¿Cómo te ha ido?

—Ah... yo... soy abogado.

—El negocio familiar—Bucky le dio la razón.

—Trabajo en esas cosas, ya sabes. No es muy divertido, pero se gana bastante bien. Ah, sí, mis padres se divorciaron, pero es algo que se veía venir ¿verdad?—Esta vez, Steve le dio la razón—. Me mudé a Nueva York, precisamente por negocios, y pues, heme aquí.

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