Capítulo 8 - William

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Corrió fuera tan rápido como sus piernas lo permitieron; se movió hacia las amarraderas y certificó que el caballo de la muchacha ya no estaba justo al suyo. Levantó la vista hacia el cielo y tomó aire repetidas veces intentando calmarse. La calma nunca llegó. Él solo quería gritar. Notó como los ojos le picaban. William corrió en dirección  al pueblo.

Rebuscó en su mente dónde  se hospedaba Penélope. Ella era la única solución que tenía si quería callar los  ensombrecidos sentimientos de culpabilidad y furia que se arrastraban por su corazón. Golpeó el portal de madera fuertemente, tanto que sus nudillos le dolieron. No desistió hasta que el grito de la joven resonó desde dentro de la casa.

Penélope abrió la puerta y se lo quedó mirando. William no tenía palabras para expresar lo que sentía, deseó con fuerza que sus ojos demostraran lo que verdaderamente sentía, que lo traicionaran una vez para bien. En sus manos aferraba la carta, como si eso lograra que Netisha apareciera a su lado. Una lágrima mojó el papel. Penélope reaccionó.

-Will…- Dijo con calma  mientras extendía su brazo hacia William. Él retrocedió negando, llevándose la mano libre al cuello. La chica que vestía de Azul lo miró extrañada. Su semblante cambió. –Will ¿Qué sucedió? – Él solo le extendió la carta, ella la tomó lentamente y comenzó a leerla.

El joven sintió como una ventisca erizaba los vellos de su cuello, solo entonces se percató de que el cielo había cambiado; había pasado de un tono azulado que ansiaba ser poblado por las estrellas a el color negro más profundo. No pudo evitar compararse con el cielo. Instantes antes él esperaba que su espíritu se impregnara de cada sonrisa que Netisha le obsequiara; pero al encontrar la carta, la desesperación lo invadió como si un agujero negro se hubiese llevado toda gota de esperanza que tenía.

Penélope le hablaba. Él veía como ella movía sus labios pronunciando palabras que no llegaban a sus oídos. La joven le golpeó el brazo repetidas veces pero  William no se inmutó. Era como si Penélope no existiera; no la veía, no la escuchaba y no la sentía. Estaba  perdido en su propio cuerpo.   Ella lo arrastró hacia la casa. Él parpadeó y se concentró en el cielo. Las luces del Infierno  lo iluminaban.  Esas luces inmortales que mataban sin piedad y que impartían justicia en el firmamento. <<Luces de Lucifer*>>  Se recordó temiendo por Netisha. Su mente solo volvía a ella.

Escuchó la puerta cerrarse y reaccionó instantáneamente. La impotencia y la desesperación corrieron por sus venas. Comenzó a Gritar; lo que de sus labios salía era un único vocablo. <<No>> se dijo por enésima vez, sin saber si lo había pronunciado o tan solo debatido con su conciencia. 

Se movió hacia la puerta y salió fuera. La lluvia lo detuvo, las gotas caían torrencialmente sin dejarle ver más allá de unos pasos. Se dio cuenta de que alguien le tomaba del brazo. Caminó debajo el aguacero  y como si dejara de estar poseído, volvió en sí;  sus sentidos se reactivaron y escuchó el ruido del agua golpear contra el suelo, los gritos de Penélope, el frio infernal que se colaba a través de su ropa. Sintió el dolor que le provocaban las uñas de la muchacha clavadas a su brazo.

-Debo buscarla- susurró William. Penélope lo iró un instante y luego asintió comprendiendo la situación del joven.

-Escúchame- Pronunció ella tomando su rostro y haciendo que sus ojos se conectaran- ¿Escuchas el río fluir?- Él negó. Penélope  chasqueó la lengua-  Concéntrate. - El joven Vatt suspiró tratando de escuchar el fluvial cúmulo de agua.  No logró oír nada. Ningún sonido semejante al fluir del río.

Como si su cerebro se conectara de forma inexplicable al ambiente, oyó la torrencial masa líquida corriendo con toda su fuerza.- Will, el río está creciendo y estamos literalmente en medio de una tormenta, si vas morirás.

-No me importa morir si puedo salvarla- Dijo él mirándola a los ojos.

-Buen viaje entonces- Murmuró ella junto con un cálido abrazo.

William volvió a la posada y montó a su caballo. Una voz en su interior le aconsejaba comenzar la búsqueda en los lugares  donde el iría. <<Dónde vea las estrellas>> Pensó.  Sabía por experiencia que cuanto más cerca del agua estuviese, más nítidamente se podrían admirar las estrellas. Cabalgó extralimitando al animal por el sendero que se dirigía al río. Llegó a la parte más  crecida del río. Las gotas en sus pestañas y la oscuridad no le permitían examinar el lugar en busca de la tan preciada cabellera castaña.

Escuchó un grito.  No era cualquier grito, era una vociferación que no había oído nunca  pero que bien conocía.  Conocía ese grito. El llanto que le siguió le desgarró el alma.  No se  equivocaba en pensar que Netisha estaba en problemas, más terribles incluso que los que él había imaginado. Oyó el ruido de la tormenta antes de que la luz cayera desde el cielo a poca distancia de él. Vio como todo se iluminaba con el paso de este, permitiéndole ver el panorama. Reconoció a Netisha  en el río.

Como si la vida se hubiese vuelto lenta, supo que iba a morir. Le rezó al mismísimo Diablo por la vida de su amada; logró ver  el momento justo en el que la luz impactaba contra la tierra, de forma tan severa que incluso hizo que sus huesos temblaran. Sintió como se desplazaba por el aire y caía al suelo nuevamente.

Se sintió aturdido; esforzándose por ver y oír, pero su cuerpo no respondía a las órdenes más sencillas. Tan solo respiraba. De golpe y por obra de un milagro divino la vida volvió a él. Aún no moriría, tenía que realizar una última acción.

Escuchó el agua fluir seguido de los gritos de Netisha. Se levantó como pudo e intentó decir algo; las palabras no acudían a su boca.  Las lágrimas empezaron a escurrirse por sus ojos debido al esfuerzo.

-Netisha- rugió él roncamente, lo más alto que logró hacerlo. Ella no contestó- Por favor, di algo- Rogó. Solo obtuvo silencio.

Los minutos pasaron y el temió lo peor.

-Will- Escuchó decir a Netisha débilmente.

*Luces de Lucifer: Hace referencia a los Relámpagos.

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