C I N C O

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—Entonces ustedes son amigas desde niñas.

—Ya te he dicho que sí, déjame dormir.

Las risas resuenan en la habitación, jamás creí que esta niña hablaría hasta por los codos, pero es una buena compañía.
Luego de que Samantha buscara su ropa y uniforme volvimos a mi casa. Le conté a Sky sobre lo sucedido y me envió un audio prácticamente gritando.

—Quería darte las gracias—me susurra.

—¿Y eso por qué?—respondo quitando la almohada de mi rostro y observandola.

—Mamá siempre sale de noche—dice mirando a un punto fijo en el techo—. Y esta es una noche diferente en donde no estoy sola y con miedo llorando en mi cuarto.

Al instante de decir eso se da vuelta para dormir. Yo no lo podía creer, ¿qué clase de madre es esa?

Sam sólo tiene trece años, ¿y si le sucedía algo? Con todas las cosas que ocurren en el mundo y a su loca madre se le ocurre dejarla sola. Le doy una última mirada a Sam y la imito dándome vuelta mientras abrazo la pequeña almohada que siempre abrazo antes de dormir.

Esta noche me sentía extraña. Pensé mucho en mi padre, a veces imaginaba que él estaba en un viaje de trabajo y volvería con nosotras a ser esa familia que solíamos ser. Pero luego abro los ojos y caigo en la realidad de que mi padre no está y no volverá jamás.

(...)

A la mañana siguiente despierto porque comencé a sentir frío en mis pies, todas las noches duermo con mi par de medias puestas y por arte de magia en la madrugada se escapan de mis pies.
Levanto la sábana y las encuentro bien al fondo, me las coloco y me abrazo a mi misma.

Voy en dirección hacia el baño, supongo que Samantha se ha levantado porque no estaba a mi lado, abro la canilla del agua fría y caliente para lavar mi cara y mis dientes, me quedo mirándome en el espejo un rato largo.

Mi mañana empezó con el aroma a pasto mojado que tanto me gustaba, me asomó a la ventana y estaba lloviendo. Los días así me encantaban, porque no iba con mal humor al instituto.

Busco unos jeans negros con una remera de mangas largas para ponerme con mis botas marrones, cepille mi cabello y baje abajo.

—Hola mamá—beso su mejilla—. Hola Sam.

—¿Qué es lo que le has hecho a mi hija?—comienzo a reírme porque sé de lo que habla, no soy para nada demostrativa con mi madre, prefiero guardar mis sentimientos así ninguna persona pueda lastimarme. Además de eso, también pregunta por el hecho de que está Samantha aquí.

—Es el clima, madre—le respondo sirviéndome un poco leche en un vaso.

—¿Usarás el auto hoy?—mire a mi madre mientras llevaba una pequeña tostada a mi boca.

—Tengo que ir al instituto y además dejar a Sam en el suyo. Pero no es problema, iremos caminando, ¿verdad, Sam?

—Oh si, claro.

Luego de unos minutos subí a mi habitación para buscar mi mochila y la de Sam. Mi madre se había ido al trabajo.

—¿Crees que podamos pasar por mi casa? Necesito hacer algo—rodee mis ojos porque me daba mucha flojera hacer doble viaje y más si es caminando, pero acepte.

No seré una más de la lista ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora