PRIMERA PARTE

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APARICIONES EN EL BOSQUE DE OREN

APARICIONES EN EL BOSQUE DE OREN

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"La celebración del solsticio"

    La vida en Oren no era como se esperaba, era un pequeño pueblo que tenía de frontera un enorme bosque del que solo emanaban leyendas, no se sabía con certeza que había en sus profundidades, nadie era tan valiente para cruzarlo. Las personas desaparecían con frecuencia por lo cual se debía respetar el toque de queda, tarea muy difícil para Astrid , era la sobrina de Madeleine, aunque su tía no la trataba con amor,  y su prima Adela era una pobre joven lisiada a la que tenía que cuidar todo el día, por eso aprovechaba las noches para escapar al pueblo.

     La rutina en la vida de Astrid no era el mayor de sus problemas, el compromiso lo era. El pueblo utilizaba el matrimonio para que dos personas escaparan de la pobreza, Oren sin duda había visto días mejores, y el invierno despiadado y cruel no ayudaba mucho. Siendo la chica más bella del pueblo muchos pidieron su mano y ella los rechazó a uno por uno, de las formas más gentiles posibles o menos en ciertos casos. Ganando cada vez más el desdén de su tía.

— Astrid, Adela espera para su baño. No hagas esperar a mi hija. - dijo su tía mientras preparaba la cena.

— Voy enseguida.

— Y... Astrid.- llamó su tía de nuevo, mirando por encima de su hombro.— Debemos hablar de algo cuando termines y no quiero excusas.

— Está bien, tía.

     La joven se fue a cumplir su labor, como era costumbre bañó a su prima y la enfundó en su cómodo camisón, para luego cepillarle los largos cabellos azabaches. Adela era una muchacha muy linda de bellos ojos azules y rasgos distinguidos, pero con un carácter fuerte y demasiado obstinada para su corta edad. era solo un año mayor que Astrid.

— Hazlo más suave, no soy una muñeca. Me dejarás calva. - la reprendió su prima observándola a través del espejo del tocador.

— Lo estoy haciendo suave. - espetó Astrid.

— Si, como un gorila sacando los piojos de su cría.

— Hilarante. - dijo Astrid dejando el cepillo en la mesa con un fuerte golpe. - Creó que es hora de dormir.

     Astrid acomodó a Adela en su cama, buscó su comida y le dejó la bandeja en la mesita de noche para luego dirigirse a la pequeña y rústica sala de su hogar; solo tenían dos muebles de madera e instrumentaría de sastre, labor a la que Madeleine se dedicó después de la muerte de su esposo. Su tía estaba sentada en un sillón y Astrid se sentó al frente.

— Quiero hablar contigo, no soporto tu comportamiento. Tienes buenas propuestas, que diablos esperas a ser vieja y que no le intereses a nadie.— la reprendió su tía, cada palabra acompañada de un taconeo insoportable en el suelo.— Si quisieras casarte con ese muchacho, el granjero, lo aceptaría, pero debes ser inteligente.

El susurro del bosque I -La canción de los elfos (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora