Astrid esperó, esperó y esperó a que el príncipe despertara, la habitación estaba sumida en la oscuridad y el silencio, no era consciente de cuánto tiempo transcurrió, pero era bastante, porque, aunque luchó con todas sus fuerzas el sueño la venció a ella también. Le había suplicado a Edhelf que le permitiera cuidar de Cilliam, a lo que la sacerdotisa accedió pues podía notar la culpa en el corazón de la elfina; ahora se encontraba dormida sosteniendo la mano inerte del joven.
Un leve movimiento fue suficiente para que Astrid despertara con la esperanza de ver los ojos azules del príncipe, pero no sucedió nada, se sentía agobiada. Le había hecho una promesa a Dafne, una promesa que no quería llegar a romper; la simple idea la entristecía, no tendría el valor de explicarle a la princesa que su hermano no volvería y más debido a su imprudencia.
Quería rechazar la idea de que Hati la engaño, no quería sentirse tan estúpida, pero debía tomar los hechos por lo que eran y ahora la vida del príncipe pendía de un hilo.
La sacerdotisa y un séquito de sanadores habían pasado horas utilizando su magia para curar al joven; exhaustos se retiraron cuando el príncipe se encontró estable y desde entonces Astrid veló el sueño de su compañero. Escuchó un gemido que la distrajo de sus preocupaciones, miró al príncipe y notó que respiraba con dificultad, como si hubiera estado a punto de ahogarse, pero para suerte de Astrid sus ojos estaban abiertos de par en par.
— ¡Gracias al cielo! — exclamó agradecida, llevándose una mano al pecho.
Enseguida cubrió a su compañero de aventuras con un gran abrazo, exultante de alegría, se separó solo y debido a que notó que le estaba haciendo daño.
— Estoy tan agradecida de que estés bien. — dijo Astrid, sus ojos se empezaban a llenar de lágrimas.
— ¿Agradecida? — logró gesticular el príncipe en tono interrogativo.
— Sí, agradecida, no sabría qué hacer si algo malo te sucediera, como le diría... como le diría a Dafne, a tu padre y a tu prometida que les he fallado. — reflexionó cabizbaja.
— No. — soltó Cilliam molesto.
— ¿No? No... ¿Qué? — preguntó ella confundida.
— No tienes que responder ante nadie por mis decisiones. — explicó el príncipe con firmeza y una elocuencia admirable. — Yo elegí venir y lo que me suceda de ahora en adelante no es tu culpa. Un día seré rey Astrid y un rey debe tomar esta clase de decisiones, pero si tú crees que soy una carga debo saberlo.
— No pretendía ofenderte. — se disculpó la elfina abrumada. — Y sin duda no eres una carga.
— No lo has hecho. — le aseguró con una sonrisa amable. — Tal vez me necesites y te excusas de esa manera o peor aún. — sentenció levantando las cejas. — Me has tomado cariño y te cuesta admitirlo. Somos un equipo.
ESTÁS LEYENDO
El susurro del bosque I -La canción de los elfos (EDITANDO)
FantasyEn la frontera del bosque pasan muchas cosas, las leyendas abundan, las personas desaparecen y se ocultan muchos secretos. Se afirma que hay algo más allá que todo humano desconoce o al menos en esta época lo hacen, ya que hace 100 años atrás una cr...