Charlas nocturnas

309 54 9
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


   Astrid y Edhelf llegaron exhaustas del viaje, la sacerdotisa notaba el semblante rígido que tenía la futura monarca, tenía la mandíbula tan tensa que pensó que sus dientes se iban a quebrar y como le explicó con anterioridad la memoria del cochero fue borrada, ahora ambas se encaminaban al palacio. Después de saber su pasado Astrid podía interpretar con mayor claridad las miradas de desprecio que muchos súbditos de su reino le dirigían pensando que ella no se daría cuenta, pero lo hacía, ahora lo hacía.

     Una vez dentro fueron escoltadas a la sala del comité de la corte Plateada, Astrid sentía encima la mirada de Minerva, pero no tenía el valor suficiente para devolvérsela, el rey Aren también la observaba desde el centro de la habitación.

—Ya que eres Freya de nuevo, debemos hablar. — ordenó el monarca.

—Ahora no. — respondió Astrid pasando de largo.

—Te he dicho que debemos hablar. — dictaminó el rey furioso ante la osadía de su hija.

—Y yo te he dicho que ahora no.

     Astrid salió con el alba de su habitación y llegó con el ocaso, y como el amanecer y anochecer, ella había cambiado totalmente en ese corto periodo de tiempo, no solo recuperó sus recuerdos, también volvió a ella su entrenamiento y habilidades, cerró la puerta de su dormitorio con cerrojo y se transportó a la habitación del príncipe, no porque quisiera verlo, sino porque deseaba hablar con alguien que aun la viera como Astrid, alguien que no la conociera del todo.

     Cilliam se encontraba sin camisa, practicaba estocadas con su espada mágica, y Astrid tuvo que contener el aliento porque el joven era el vivo reflejo de Herón, el hombre que alguna vez había amado. El príncipe se dio vuelta para quedarse sorprendido con la presencia de la elfina.

—No pretendía asustarte. — se disculpó ella.

—Para nada, no lo has hecho, pero... ¿Cómo lograste entrar?

—Bueno...recuperé mis viejos trucos. — dijo ella con una tímida sonrisa.

     Astrid observó la habitación, era bastante parecida a la suya, luego miró al joven y notó que en su pecho tenía varias cicatrices que ella atribuyó a Hati.

—¿Puedo curarlas si quieres?

—¿A qué te refieres? — preguntó Cilliam confundido.

—Tus cicatrices. — respondió ella como si fuera obvio. — Las que te ha hecho Hati.

—No es necesario. No todas las hizo Hati. — Cilliam desvió la mirada de Astrid al decir aquello. — Además tengo una excusa para contar buenas historias.

     La elfina se mantuvo en silencio un rato detallando las cicatrices, sin duda no todas eran culpa de las zarpas de Hati, había unas que rodeaban sus costillas y parecían quemaduras, cubrían parte de su pecho y su espalda, pero no quiso indagar más, aún recordaba la cachetada que le dio su padre frente a ella, él no tenía que darle explicaciones.

El susurro del bosque I -La canción de los elfos (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora