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22 de octubre del 2017, domingo.

Roma soltó a su amigo y se giró hacia él con una media sonrisa en el rostro cuando supuso que ya se habían alejado bastante de la hámster mientras cogía el porro de la oreja y sacaba el mechero de uno de sus bolsillos. Lo encendió de nuevo y miró a la gente que los rodeaba por un momento en un ambiente de intemporalidad, disfrutando de una juventud que creían eterna, hundiendo su vida en historias adolescentes que solían viajar junto al alcohol, las drogas o el sexo. A veces todo a la vez, a veces sin ninguno.

—Ey, ¿quieres una calada?— le ofreció a Ángel—. Acabo de recordar que te estaba buscando por esto. Esta hermosa joyita ha hecho que te salvara del dragón.

El chico le sonrió un poco. Tenía los hombros caídos y un sutil manto de decepción en la mirada.

—¿Me has salvado del dragón?— repitió antes de inclinarse para probar uno de los vicios de Roma. Aunque no se lo había dicho a sus amigos, había comenzado a fumar—. ¿Eres un príncipe azul?

—No, soy una princesa de armadura resplandeciente.

Él rió un poco y soltó el humo.

—¿Y bien?

—No está mal— aceptó.

Roma asintió antes de girarse hacia el resto de la habitación, como si buscara un punto en concreto.

—Vale, quiero hacer una cosa antes de ir a ligar. Ven— le pidió mientras se perdía entre las demás personas.

Ángel la siguió movido por la curiosidad hasta llegar al portátil que Adam Evans había conectado a un par de altavoces para controlar la música durante toda la fiesta. La chica levantó un poco más la pantalla y repasó los títulos de las canciones.

—Roma, ¿qué coño haces?— le preguntó el anfitrión al pillarla in fraganti.

—Tranqui, sólo quiero poner una canción en la lista de "A continuación".

—Más te vale que sea buena.

—Que sííí...— Se incorporó un poco y se giró hacia Adam con la mueca torcida—. ¿Acabas de poner en duda mi gusto musical?

—Sí. Luego deja el portátil como estaba, ¿entendido?— pidió antes de volver a sus cosas.

—Capullo— masculló. Bajó un poco la pantalla superior cuando agregó la canción que quería.

—¿Cuál has puesto?— le preguntó Ángel.

La chica le dio una palmada en la espalda, casi en su centro, mientras se acercaban a pillar algo para beber por primera vez desde que llegaron a la fiesta.

—Ya lo verás— suspiró al pasarle una cerveza.

—¿Debería tener miedo?— rió.

—Eso nunca está de sobra.

Su amigo le sonrió un poco, desconfiado aunque un tanto curioso, antes de sacar el teléfono de su bolsillo al notarlo vibrar. Colgó la llamada de Mario y entró a su conversación de mensajes, ya que sabía que le costaría demasiado oírlo si la aceptaba y que se pondría a gritar para que lo entendiera. La gente hacía mucho ruido, la música, más, y los problemas ya ni siquiera tenían una palabra concreta para dar a entender su nivel.

Tú:
Ey, qué pasa? 00:07

Han llegado estos? 00:08

Mario🌚:
sep 00:08

donde estas? 23:58

antes me he dado la vuelta y habias desaparecido 23:58

Un Ángel para RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora