Cuatro

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Abro la pesada puerta de madera y me encuentro con un rey sosteniendo una gran espada entre las manos.
Una espada de acero bañada en oro, con la empuñadura un tanto redonda y con incrustaciones de zafiro. Parece un poco pesada pero el acabado es asombroso.

- Padre, ¿necesitas hablar conmigo?- digo al entrar.
Me ve a los ojos y la duda se posa sobre los suyos.
- Arianne ... Acércate.

Camino el tramo de la puerta hasta llegar a él. Mi padre es un hombre de unos 45 años, el cabello dorado le cubre la cabeza, su rostro está sereno, y parece conservar la fuerza de su juventud. Es alto, y a su lado me siento como si tuviera 10 años.

- Durante años la Casa Keyweather ha heredado esta magnífica espada, ¿ves la hoja? Es acero bruñido desde tiempos remotos, cada generación la ha esgrimido con valentía, la última vez que la tuve entre mis manos fue durante la Batalla de Asedio de un pequeño pueblo de rebeldes; tu abuelo insistió en que te la diera, yo no quería ¿sabes? Tenía la intención de dársela a mi hijo, pero tu madre nunca me dió uno.- sonríe al decirme esto último.
- ¿va a ser mía?- le pregunto sin entender nada.
- Desearía que fuese así, Arianne, pero dejará de pertenecernos...será un regalo de bodas para tu prometido, me encargué de que Desmond le restaurara la gloria de antaño.-dice blandiendo la espada en el aire.
- ¿¿m-mi ... p-prometido??-tartamudeo al enlazar las ideas en mi cabeza. <<¡¿Qes lo que está pasando aquí?!>>
- Te casarás la próxima luna de otoño...
- Pero eso es dentro de una semana, padre. Yo no puedo...
- ... te vas a ir con el Príncipe Daven, serás su reina, vivirás en su castillo, no quiero saber nada más. Tienes que alejarte de nosotros, y cuanto antes mejor.-dice el Rey, no mi padre.
- ¿¿Alejarme de ustedes??, es éso, ¡¿me estáis desechando como si fuese un pedazo de basura?!- le grito aunque la voz me falle.
- ¡Te estoy dando un hogar!
- Mi hogar es aquí, ¡¡no puedes sólo deshacerte de mí!!
- ¡YO SOY TU REY, y ninguna chiquilla insolente va a venir a cuestionar mis decisiones!- grita muy enojado.
Quiero llorar al hallarme perdida entre mi padre y el Rey. Pero sólo logro escuchar los murmullos otra vez.

<< ¡Es un monstruo! ¡Y sus padres lo saben!>>
<< ¡Es un monstruo! ¡Todo el mundo lo sabe!>>

Ahora lo entiendo. Incluso él ... tiene miedo.

<<  Lo saben, pequeña...me han visto... Saben que me escondes dentro de tí.>>

Él ... Es él, su voz apenas y se escucha en mi cabeza.
Con un nudo en la garganta sólo logro decir algo.

- Si es lo que Su Majestad desea así será.- digo con tono gélido.
Me alejo de él con tristeza.- Con su  permiso.- hago una pequeña reverencia sin mirarlo a los ojos. Volteo pero el Rey habla.
- Arianne, el Príncipe Daven ya está aquí. Mañana al atardecer será el compromiso, tú se la darás.- dice entregándome la espada sin rastro alguno de cariño en la voz.
No le digo nada, sólo me limito a recibir la espada, mi orden de salida del castillo definitivamente.

EL DEMONIO DE UNA SIMPLE PRINCESADonde viven las historias. Descúbrelo ahora