Siete

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El día es lúgubre.
Los primeros rayos de sol aún no han salido, la niebla cubre con un fino manto las paredes del castillo, hace demasiado frío y al ver a través de la ventana todo es gris.
No puedo dormir, hoy es la boda con el príncipe Daven, pero no estoy nerviosa por eso, existe una extraña sensación de miedo en mí... de miedo latente en mi cabeza y en mi interior.
Cierro los ojos e intento volver a dormir, pero no puedo. Escucho unos golpes en la puerta y me logro sentar en la cama. Alguien me pregunta si estoy despierta y yo intento distinguir quién es.
- ¿Quién está ahí?
- Soy yo, Daven.
Me sorprende la respuesta. Me sorprende que sea él quien toca mi puerta.
- ¿ Qué es lo que quiere?
- Verla.
- ¿verme?
- Sí.
- ¿ para qué?- pregunto nerviosa.
- Arianne, dentro de un par de horas te casarás conmigo. ¿no quieres hacer algo antes de eso?- dice y yo imagino su gran sonrisa.
- ¿algo como qué, príncipe Daven?
- Venga a pasear por el bosque una última vez. Venga conmigo.
- ¿se da cuenta de la hora que es? ¿No le preocupa que mis padres se molesten con usted por esto?
- En lo absoluto. ¿Puede abrirme?
Hay algo en la seguridad con la que habla que me gusta mucho. Y el miedo con el que desperté parece aumentar con su presencia. Sin embargo ladeo la cabeza olvidándolo por un momento.
Agarro un simple vestido de seda gris con encaje en las mangas y me visto rápido. Busco en la oscuridad un par de botas y me las pongo. Voy hacia la puerta y al abrir me encuentro con un príncipe muy sonriente. La oscuridad está desapareciendo un poco, el día está comenzando.
- Tengo los caballos abajo, hay que darnos prisa.
- ¿eso significa que sabías que te acompañaría?
- Exactamente.- dice muy seguro.
Sonrío un poco al verme en esta situación. Lo tomo del brazo y nos dirigimos a salir, cuando recuerdo algo.
- Espera, tengo que decirle a mi padre que iré contigo.
- Todos duermen, Arianne, ¿recuerdas?
Cierto. Aún no amanece. Caminamos juntos pero volteo al notar una extraña sombra en una pared. Me detengo ante la expectante mirada de mi compañero.
- ¿pasa algo?- me pregunta preocupado.
- No, no es nada ... es que... creí ver algo. Olvídalo.
Bajamos y como dijo los caballos nos esperan. Cada uno monta uno, y decidimos hacer una pequeña carrera hasta el bosque. Siempre me han gustado los caballos y monto desde que mi padre me enseñó. No tardo mucho en llegar antes. Bajo de la silla de montar rápido y ato el caballo en un árbol. Hace frío. Y camino un poco para entrar en calor. Las hojas secas crujen bajo mis pies. Y respiro el aire de la mañana.

- Pensaba que eras más que una simple niña tonta.- dice alguien en el bosque. Nerviosa avanzo en busca del sonido. Lo encuentro. Mejor dicho la encuentro. Detrás de un gran árbol viejo hay una hermosa dama con hebras oscuras en la cabeza y un vestido verde.

- ¿ quién eres tú?
- ¿ que quién soy? Daven, querido, tendrías la amabilidad de decírselo.- dice sonriente mirando detrás de mí.
El príncipe Daven se acerca a mí y me mira divertido.
- ¿¿decirme qué, Daven??- pregunto con la voz nerviosa.
Entonces avanza hacia ella, la toma entre sus brazos y la besa.
- Os presento a mi amada Charlotte, el amor de mi vida.- responde con brillo en los ojos.
Los miro confundida. Y antes de que pueda hablar el príncipe Daven me estampa un golpe en el rostro tan fuerte que me hace caer. Veo el brillo de la espada dorada en su cintura. El regalo de nuestro compromiso. Mi mente hilvana las ideas. Respiro y echo a correr. Escucho risas detrás. Voy en busca de mi caballo pero no está en el lugar en el que lo dejé. Intento esconderme pero ellos son muy rápidos y logran atraparme.
- ¿Es que acaso intentabas escapar de vuelta a tu castillo, princesita?.- la voz de Charlotte es la que se escucha.
- Es en vano, Arianne. No encontrarás más que muerte allí. Mis hombres se están encargando de matarlos a todos.
- ¿¡ Daven, no puede ser cierto!?
- Daven, no puede ser cierto.- lloriquea Charlotte.- Deja de llorar querida y hermosa Arianne.
- Es falso, mientes Daven. ¡Mientes! Mi padre os matará por esto.
-¿¿matarme??- ríe a carcajadas.- ¿cómo un muerto podría matarme? Míralo así: tus padres estarán muertos dentro de unos minutos, si es que ya no lo están, todos los caballeros que han venido conmigo están masacrando a tu castillo mientras su Rey duerme. Yo me he encargado de ello, no lo dudes.
La cabeza me duele demasiado y tengo unas inmensas ganas de vomitar. El pecho me duele demasiado. Me duele mucho. Lloro de rabia, negándome a creer en las palabras de Daven.
-¿p-porqué, Daven?, dijistéis que eras un verdadero caballero, ¿cómo has hecho esto?
- Tu padre asesinó a mi madre cuando apenas era un niño, tu Casa dió muerte a los míos. Quemaron mi hogar. ¿y todavía crees que existe el honor?
Mi mente gira sin comprender lo que sucede a mi alrededor, sin comprender por completo sus palabras.
- Acaba con esto de una vez, mi amor.
- Oh por Dios Charlotte, puedes esperar un poco.
- Aún quieres verla sufrir un poco más ¿eh?
No puedo moverme. Quiero hacerlo pero algo me lo impide. Ellos me observan. Yo no puedo moverme.
Entonces Daven se sitúa frente a mí, me sonríe una última vez y dice que nada importa para mí. Y el brillo dorado me atraviesa el pecho.

EL DEMONIO DE UNA SIMPLE PRINCESADonde viven las historias. Descúbrelo ahora