Parte 4. Los hombres muertos no cuentan cuentos

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What if we rewrite the stars? Say you were made to be mine...



La multitud quedó en silencio cuando las botas de los oficiales hicieron eco mientras entraban al patio, y Alec contuvo su aliento al ver a Magnus ser escoltado con una horca de madera y una bolsa de tela sobre su cabeza.

– Padre, – Alec soltó, inclinándose para murmurarle. – Tienes que escucharme. –

– Alexander, – el Rey suspiró, viéndole molesto. – Ya lo hice y te creí. Si tu dices que se estaba defendiendo a si mismo, te creo, pero yo no soy el que toma estas decisiones. La Clave me supera cuando se trata de hacer justicia. –

– Esto no es justicia, es uno ejecución porque saben que él sabe demasiado, – Alec argumentó, intentando mantener su voz baja, aunque su tono sonaba desesperado.

– La Clave...–

– A la mierda La Clave, – Alec le cortó, ignorando la mirada de su padre al escucharle maldecir. – Tu eres el Rey. Tu controlas el ejercito. Tu reino te ama. Ellos no pueden hacer nada contra ti. –

Robert pareció dudar por un momento, su boca se abría y se cerraba viendo con incredulidad a su hijo mayor.

– ¿Es por él? – le preguntó el Rey, apuntando a Magnus que estaba frente a la multitud. Alec trató de no mostrar su sorpresa en sus palabras, dado que al parecer su padre ya lo había averiguado.

Quizá siempre lo había sabido.

– Si, – simplemente dijo.

Aunque no era del todo verdad. También tenía una necesidad de destruir a La Clave, a las personas que habían corrompido el reino que iba a ser suyo algún día, y que no quería que fuera guiado por morales cuestionables.

– Alexander, – su padre dijo en desaprobación, frunciendo el ceño. – Es un pirata. –

– Es un buen hombre, – Alec argumentó. – E incluso si no fuera por él, padre, hazlo por nosotros, por el poder que debemos tener. Tu puedes destruir una institución que ha sido corrompida desde hace años y que continuará siéndolo, hasta que hagamos algo. –

– Yo...– el Rey comenzó, pero se detuvo. – Lo superarás, Alexander, – dijo, intentando sonar reconfortante.

– Padre, – Alec lo intentó de nuevo, esta vez sin importarle sonar desesperado. – Por favor. –

– No puedo arriesgar la corona por un amorío tuyo, – Robert cerró los ojos, respirando profundamente.

– Al final de día, – Alec le dijo, más frio de lo que debía hablarle a un Rey. – Tu corona no vale nada si no puedes utilizarle para arreglar un sistema que ha sido roto. –

Su padre apretó la mandíbula, pero no contestó. Se giró hacía las tribunas, donde estaba la cabeza de La Clave. Valentine Morgenstern estaba parado orgullosamente en frente de la multitud, con una sonrisa en los labios. Y Alec estaba tentado a lanzarle una flecha entre sus ojos.

Sacó una pieza de papel de su bolsillo, al mismo tiempo que la bolsa era retirada de la cabeza de Magnus. Magnus lució perdido por un momento, ajustándose a la luz del medio día y enfrentando a la multitud, con toda valentía que un hombre podía mostrar al estar frente a su muerte.

Los ojos de Magnus danzaron sobre la multitud, finalmente llegando a donde estaba la Familia Real. Sus ojos pararon en Alec, quien tragó duro. Le lanzó una débil sonrisa, a penas perceptible. Pero supo que Magnus la notó porque sus ojos se suavizaron y le guiñó un ojo.

A Pirate's Life For Me (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora