Parte 13. Navegando en Aguas Misteriosas

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Era medio día cuando Alec entró caminando a la sala del trono, sintiéndose descansado.

La habitación estaba en silencio, iluminada por algunos rayos de luz que atravesaban la ventana. El trono había sido tallado de la madera más fina del reino y tenía incrustado diamantes y otras joyas. Alec siempre lo había visto como algo impresionante, preguntándose como sería sentarse ahí y asumir el papel de Rey.

Su padre siempre se había visto majestuoso en su trono, con su imponente figura y su vestimenta. Y aunque Alec había crecido ya, él siempre se había sentido pequeño cuando veía ahí a su padre.

Con un suspiro nostálgico, se acercó y acarició la madera. Ahora le pertenecía y no estaba seguro de poder hacerle justicia a lo que era su padre. Pero lo intentaría, lo mejor posible, ser tan buen Rey como Robert.

– ¡Alec! –

A penas tuvo tiempo de girar cuando Isabelle le abrazó con fuerza. Alec se relajó inmediatamente y la abrazó de regreso.

Ella no dijo nada, pero no necesitaban hacerlo. Alec entendía.

– ¿Dónde está Magnus? – ella preguntó, después de un rato, con algo de temor en la voz.

Alec inhaló fuerte, y después de darle un beso en la frente, se separó. – Tuvo que ir a hacer un encargo, – dijo.

– ¿Qué clase de encargos hace un pirata? – Isabelle preguntó, alzando una ceja– ¿Maquillaje? ¿Ron? –

– No creo que sea de esa clase de encargos, – Alec rió.

– ¿No quieres decirme?, ¿o no sabes? – ella le preguntó, viéndole sospechosa.

– Es un hombre libre, – Alec se encogió de hombros. – No tengo que monitorearle. –

Isabelle giró los ojos, viendo que no iba a llegar a ningún lado, y mejor preguntó. – ¿Cómo te sientes? –

– Estoy bien, – dijo rápidamente. Cuando Isabelle alzó la ceja, Alec agregó. – Estaré bien. Dormí bien, así que al menos ya no me siento exhausto. –

– Si claro, – Isabelle señaló los chupetones de su cuello. – Se nota que dormiste mucho. –

Alec inmediatamente cubrió su marca y se sonrojó intensamente. – Si dormí. –

Isabelle sonrió sin creerle, pero lo dejó pasar. – Me alegro que estemos juntos de nuevo. Y que hayas encontrado a alguien que te haga feliz, – dijo ella.

Alec le sonrió tímidamente. Antes de poder decir algo, las puertas se abrieron y entró Clary, seguida de Max y Madzie.

Su hermanito corrió a abrazarle, y brincó, haciendo que Alec le cargara y el niño enrollara sus brazos y piernas en él. Alec rió y le abrazó fuerte, sin ser capaz de hablar, abrumado por la sensación de alivio, calidez y amor.

Cuando lo soltó, miró a Madzie que estaba a unos metros de él, con su pantera de madera en sus manos y su cabecita baja de forma tímida.

– Hola, princesita, – Alec le llamó, suavemente. – Ven acá. –

Madzie levantó el rostro lentamente, y con un pucherito, caminó hasta quedar enfrente de Alec. Alec vio que en su manita tenía otro juguete de madera. Este era un pirata que él le había hecho a Max.

A Pirate's Life For Me (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora