Parte 9. Navegando en Aguas Misteriosas

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Jace. Había sido la voz de Jace en la multitud. Alec estaba seguro. Y Sebastián había dicho que sus amigos habían secuestrado a sus hermanos, así que eso significaba que lo habían logrado. Isabelle y Max eran libres, y Jace estaba bien. No había duda de ello. Había sido la voz de Jace.

Y si Jace estaba vivo, quizá Magnus... No. Darse falsas esperanzas solo sería peor.

Estaba de vuelta en su celda, esposado de nuevo. Sebastián caminaba en frente de él, gruñendo. Era obvio que estaba lleno de ira.

– Malditos campesinos, – masculló lleno de furia.

– Me mentiste, – Alec dijo, aun sin poder creer que sus hermanos habían logrado escapar. – Escaparon. Lo lograron. –

– ¡Cállate! – Sebastián detuvo su andar, estrellando su puño contra la mejilla de Alec.

Alec gritó de dolor. Quería seguir preguntando, pero sabía que Sebastián solo le diría más mentiras, y hasta ahora no había sido capaz de diferenciar sus mentiras de la verdad.

– ¡Yo soy el rey! – Sebastián le gritó a la cara. – Y les quedará claro, – dijo, lleno de rencor. – Morirás el Sábado, y tu asqueroso cuerpo será enterrado con el de tus inútiles padres. Capturaré de nuevo a tu hermana y me casaré con ella. Y entonces, nadie será capaz de negarme de nuevo. Me amarán, o haré que me teman. –

Alec recordaba que cuando era niño, había tenido muchas dudas sobre si merecía ser Rey. Jace siempre había sido mejor luchador, y más fuerte. Alec siempre había sido reservado y no le gustaba resaltar. Hubo un tiempo en el que se había convencido que Jace sería mejor rey. La gente le amaba al momento en que abría la boca, y el ser engreído era solo parte de su encanto. Pero una vez Jace le había dicho que jamás podría cargar con todas las responsabilidades que el puesto traía, responsabilidades que solo Alec podía cargar.

Luego, Alec se había convencido que Isabelle sería mejor candidata. Ella era fuerte, tenaz e inteligente, siendo una mejor líder que él. Ella siempre era amable sin importar el rango social de las personas, y le había enseñado a Alec la virtud de la tolerancia.

Con la cabeza llena de dudas, Alec había ido a confrontar a su padre, asegurándole que el no era el indicado. Que cuando tuviera la edad, le cedería el lugar a uno de sus hermanos.

Pero Robert solo le había sonreído, de esa forma cálida que solo reservaba para su familia. Aun podía recordarse perfectamente, con solo diez años de edad, parado en frente de su padre en la Sala del Consejo, frunciendo el ceño y con sus puñitos apretados lleno de determinación.

– Ser Rey no se trata de la sangre, – le dijo, en voz suave. – o de ser el mejor luchador, el más inteligente o el más amable. Es sobre ser justo, sobre saber cuando dejar caer un edificio para construir algo nuevo, algo mejor. Es sobre saber lidiar con los conflictos, tanto morales como legales, sin volverte un dictador. Es sobre todo. Un Rey necesita poner su corazón, cabeza y cada parte de su cuerpo en ello. Pero lo más importante es que un Rey necesita ser un buen hombre. Y tu mi niño, te convertirás en el mejor de todos. No existe un mejor heredero a mi trono que tu. No debes tener dudas de ello. –

Las palabras de su padre se habían repetido en su mente por días, meses y hasta años, pero nunca habían tenido sentido hasta que Hodge le dio la noticia de la muerte de su padre y sintió como todo el peso del reino caía sobre sus hombros.

– Si crees que eso es lo que significa ser rey, – Alec le dijo. – Entonces serás el peor de todos. Y la gente lo ve y no debes dudar de su fuerza. Muéstrales lo que es ser un verdadero rey y entonces te apoyarán. Muéstrales a alguien tonto, y quizá te apoyaran. Pero muéstrales a un tirano, y ellos te destruirán. –

A Pirate's Life For Me (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora