Parte 2. Navegando en Aguas Misteriosas

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Decir que Alec no estaba feliz, era quedarse corto.

A Ragnor, solo le tomó un par de horas localizar a Camille en la isla. Al parecer, se estaba quedando en uno de los hoteles junto a la playa, pero Magnus sabía que ella nunca se quedaba en un lugar mucho tiempo, así que tenían que ir de inmediato.

Solo empacando lo necesario, Alec se sentó en la cama, siguiendo con la mirada a Magnus que rápidamente estaba juntando todas sus cosas, hasta contándolas.

Alec sonrió débilmente, desfundando su espada para observar su tallado y brillo, adornada con valiosas joyas. Era la espada de un Rey. Su padre se la había mandado a forjar cuando Alec cumplió dieciséis, un regalo para un futuro que Alec había visto lejano.

– ¿Estás bien, cariño? –

Alec quitó la mirada de la espada y la enfocó en Magnus, quien le veía con preocupación.

– Voy a dejar aquí la espada, – dijo como respuesta. – Solo llevaré mi otra espada y mi arco. –

– ¿Por qué? – Magnus le preguntó, acercándose a él. – Amas esa espada. –

– No la merezco, – Alec negó. – No mientras un usurpador esté en mi trono. – dijo, poniendo la espada a un lado.

– Claro que la mereces, – Magnus dijo, suavemente, acariciándole el cabello con suavidad. Alec se derritió ante el toque, enterrando su cabeza en el estómago de Magnus y abrazándole.

– Debí haber estado ahí, – Alec murmuró, sin poder contener las lágrimas.

– No podías saberlo, Alexander, – Magnus le dijo, acariciando su cabello. – No es tu culpa, – se inclinó para depositar un beso en su frente, y luego levantarle el rostro, haciendo que su mandíbula descansara contra él estómago de Magnus

Magnus le dio una pequeña sonrisa, al ver esos hermosos ojos llenos de tristeza.

– Vamos a recuperar tu trono y a tus hermanos, amor, – dijo, acariciándole la mejilla. – Y te convertirás en el mejor Rey que Idris haya tenido. Se escribirán canciones y poemas sobre ti. Escribirán sobre tu poder y grandeza y yo pretenderé que no fui el primero en sentir tu gran poder y esa grandeza. –

Alec se sonrojó, y soltó una risita. – No puedo descifrar si eso fue un albur o no, –

Magnus chasqueó la lengua, lanzándole un guiño, y acariciando sus labios. – ¿Qué no me conoces, amor? –

Por primera vez, la sonrisa de Alec fue genuina, atrayendo a Magnus de la cintura para besarle completamente en los labios. Magnus jadeó contra sus labios, tomando su rostro entre sus manos y profundizando el beso. Alec se preguntó si alguna vez su mente dejaría de atontarse cada vez que Magnus le besaba así.

Magnus estaba a punto de ir más allá, empujando a Alec sobre la cama, cuando la puerta del camarote fue abierta sin avisar. Haciendo que ambos se separaran para observar al intruso.

– Lo sabía, – dijo Jace, sonando exasperado y girando los ojos. – Por favor, díganme que al menos ya empacaron y que no pasaron esa última hora teniendo sexo. –

– Solo necesito tomar mi espada y estaré listo, – Alec contestó.

– Y yo necesito una botella de ron si voy a enfrentar a la presencia de Camille sin asesinarla, – Magnus gruñó.

– Como si necesitaras una excusa para beber ron, – Jace se burló, dándose la vuelta. – Nos vamos en diez minutos. –

Una vez que la puerta se cerro, aun en la cama, Alec enredó sus piernas en la cintura de Magnus, acariciando su pecho lentamente.

A Pirate's Life For Me (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora