Parte 7. Navegando en Aguas Misteriosas

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El agua fría lanzada sobre su rostro fue lo que despertó a Alec. Jadeando en busca de aire y tratando de evadir el otro cubo de agua se dio cuenta de que sus muñecas estaban encadenadas a ambos lados de su cabeza, en la pared de una pequeña celda.

Pestañeó saliendo de su estupor y sacudió la cabeza en un vano intento de deshacerse del fría agua de su cabeza.

Al centrar la vista, fue capaz de ver una pequeña fogata en la esquina de la habitación, y suspiró en alivio al sentir como comenzaba a calentarle su frío cuerpo.

– Buenos días, Majestad, – Sebastián se burló, enfrente de él.

Alec intentó escupirle en la cara pero su garganta estaba seca, por lo que solo terminó tosiendo.

– Agua, – se las arregló para decir. – Dame agua. –

– Oh, es lindo que pienses que aun puedes demandar cosas, – Sebastián sonrió de forma maniática.

– Bueno, – la voz de Alec salió engreída. – Considerando que aun soy tu Rey, creo que si tengo permitido demandarte cosas. –

Esta vez Sebastián soltó una carcajada, y Alec intentó aprovechar esa oportunidad para quitarse las cadenas, pero estas solo le lastimaron la muñeca.

– Alexander, – Sebastián susurró, en una suave voz que hizo que Alec odiara su nombre. – No eres el Rey de nadie. Un hombre que huye de su reino para que te pueda follar a un pirata, no es un Rey. –

Esas palabras le quemaron más de lo que quiso admitir, no porque pensara que fueran verdad, si no porque esa era la versión cruda de las palabras que se había repetido varias veces hasta que Magnus había logrado eliminar sus dudas. Se preguntó si Magnus ya estaría preocupado, donde estaba no podía notar si el amanecer ya había llegado.

Le había prometido que se volverían a ver al amanecer.

– Es gracioso como sigues asumiendo que yo soy el único follado, somos versátiles, – Alec masculló, con una sonrisa burlona. Imaginó que si Magnus hubiera estado ahí, se hubiera reído a carcajadas y enorgullecido de haber corrompido al Rey.

Sebastián hizo una expresión de disgusto y se giró para agarrar algo de la mesa de madera que había en la habitación. Algo que Alec no pudo ver.

– Bueno, eso ya no importa, – dijo, volviendo hacía Alec. – No pasará de nuevo. Espero que te hayas despedido apropiadamente. –

En su mano tenía un cuchillo largo, que reflejaba los ojos demoniacos de Sebastián.

– Eso asumiendo que no escape, – Alec gruñó. – Así que si quieres matarme, hazlo rápido porque si no me liberaré y te mataré. –

Sebastián fingió una expresión de sorpresa. – O ¿creías que te iba a matar? – preguntó con tono de lástima. – Claro que no Su Majestad. Claro que vas a salir vivo de aquí. Planeo ejecutarte públicamente. Ahorita solo vamos a divertirnos. –

Pausó, mirando directamente a Alec, de forma sádica.

– Me refería a tu querido pirata. Espero que te hayas despedido apropiadamente porque está muerto. –

– Ya intentaste eso una vez y no funcionó, – Alec apretó la mandíbula. – No te creo. –

– Pobre principito, – Sebastián se burló, tomando la mejilla de Alec con su mano, quien luchó por alejarse. – Yo sabía su plan. Tu viniendo con el traidor de Hodge a distraerme a mi y a mis guardias mientras tus amigos se encargaban de liberar a Isabelle, Max y Luke. Y de Hodge liberándote cuando iniciara el caos por el escape de mis prisioneros iniciara para que pudieras asesinarme. –

A Pirate's Life For Me (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora