1

1K 21 5
                                    

Odiaba el deporte. Esas estúpidas clases de educación física. Que a Frin le gustara o no correr  es otra cuestión, de hecho no le entusiasmaba mucho; pero no el punto de odiarlo. La clase de educación física era otra cosa, estúpidamente odiosa. La clase, el profesor, y Ferraro y todos sus atléticos preferidos que lo iban a hacer figurar en alguna olimpíada.
Podrían ser hermosas mañanas sintiendo un poco de frío, de no tener que estar a las siete en la cancha para la clase educación física. A ese tipo sólo importaba lo que él hacía; entrenar a los que iban a participar en las olimpiadas. Frin no hubiera conseguido competir ni aunque se hubiera enfermado el grado completo. Desde un primer momento el profesor se dio cuenta de que a él no le apasionaba el deporte, y Frin supo que sería un largo año de clases de gimnasia con ese tipo que lo había desechado de entrada. Dado que no lo iba querer, Frin decidió correr más lento, saltar más bajo o más cerca, estirándose lo menos posible y cada vez que el tipo estuviera mirando a otra parte, hacer una flexión menos. Cuando el tipo lo descubría lo hacía trotar alrededor de la cancha. Frin no decía nada, se levantaba y trotaba. Lento. Desesperadamente lento.
-¡Frin!¡Seguite haciendo el gracioso y vas a trotar hasta que termine la clase! (gritó el tipo).
Las primeras veces nadie le presto atención al asunto. Cuando lo volvieron mandar a dar vueltas a la cancha, Ferraro, el más grande del grado, gritó:
-¡Frin!¡Corrés como una gallina!
Como el profesor no lo retó, otro hizo una broma.
-¡Frin va a competir en las Olimpiadas pero de caracoles!
Tampoco dijo nada. El grupo entendió perfectamente y aprovecharon para burlarse. Pero él seguía su paso que apenas llegaba a ser trote. Parecía que se iba caer en cualquier momento, que había sido el único sobreviviente de una explosión o algo así pero no, era que estaba trotando. Hacia la mitad del año ya nadie le hacía bromas, no porque se hubieran vuelto buenos, sino porque había dejado de ser novedad. Que Frin estuviera haciendo ejercicio con todos, i dando vueltas solo, daba lo mismo.
Iba más despacio que si caminara. El tipo se desesperaba y le gritaba. Entonces Frin sentía que le ganaba. Iba trotar despacio hasta que al tipo le explotara el cerebro como una olla de espaguetis. Una vez le aplicó una sanción. Frin le contestó:
-No es justo, sólo porque no corro como used quiere (él sabía que no era por eso).
-Me vas a decir a mí lo que es justo o no.
El tipo lo suspendió por dos días. Esa tarde Frin fue a la dirección, pidió una cita. Esperó, esperó. Cuando lo atendieron dijo:
- No quiero dejar de venir a la escuela.
Fue una excelente primera frase, porque en la Dirección se oyen cualquier clase de argumentos, "Lo olvidé antes de salir"; "Mañana se lo traigo"; "Voy a faltar porque mi papá;mi tío; mi abuelo"; lo que sea, pero nunca nadie va a pedir que lo dejen seguir yendo a la escuela.
-¿Y porque no vendrías?
-Me suspendieron por no correr rápido.
La directora llamó al profesor de gimnasia y, delante de él, retó a Frin; pero no fue un verdadero reto. Frin se dio cuenta de que se hacía la enojada, pero no estaba realmente enojada. En el fondo, él estaba ganando, porque le hizo prometer que hija a tratar de correr más rápido, cosa que Frin dijo que sí, sin mentir. Iva a tratar de correr más rápido, los primeros 10 m, los últimos tres minutos, el año que viene. Había mi manera de decir que si, sin mentir ni obedecer. La directora se sintió satisfecha y levantó la sanción. El tipo no dijo ni una palabra; pero estaba furioso, él sabía exactamente qué había pasado ahí.
-Hasta luego, profesor(dijo frin)
El tipo de retiro apenas despidiéndose de la Directora.
Lo cierto es que a Frin  le hubiese encantado ganar en una olimpíada, ¿A quien no? Que ella lo viera ganando. Sólo que él sabía que no era de los mejores, ni siquiera de los que podrían haber llegado segundos o terceros. ¿ por qué no había olimpíadas para todos? ¿Cuál es la ventaja de que un tipo salte 2 m de alto? Las olimpiadas no representan un beneficio al humanidad. Esa era su conclusión. Por uno que salta muy alto, hay montones que son dejados de lado. Por unos pocos que lo hacen bien, hay muchos que ni lo intentan.
En una revista que compró en la librería de Elvio había leído de una maratón en la que participaba todo el mundo, grandes, chicos, mujeres, hombres, gente en silla de ruedas, viejos . Lo importante era participar como cada uno pudiera, sea corriendo o caminando. Frin no lo podía creer. ¿Existía algo realmente así?
(Era como si le estuvieran dando la razón; el título de esa nota podría haber sido: El tipo esta equivocado, hubiera sido maravilloso.) Pero además, y esto es lo más importante, sentía que el mundo había lugar para él. Había un lugar, seguramente habría más, y tal vez muchos lugares en los que no pensaban como el tipo. Frin sintió que le hubiera gustado correr la maratón. Sería divertido así, junto a ella, charlando, haciendo amigos, caminando al lado de alguien que fuera en  silla de ruedas, trotando otro poco, al lado de ella. Si lloviera sería más divertido todavía.
Cometió un error. Recortó la nota y la llevó a la clase de gimnasia para mostrársela al tipo. ¿Qué pensó? ¿Que organizaría una para el semana? El tipo ni siquiera la miró. La tomó sin leerla, y mientras le decía a los demás que prepararan la jabalinas, se la devolvió.  Frin se enojó consigo mismo por haberle dado una oportunidad tan servida al tipo, con ese solo gesto había conseguido hacerse sentir rechazado y perder que la buena sensación que la nota le había dejado.
El malhumor le duró el resto del día y lo tomó de sorpresa que, precisamente, Ferraro lo invitara a cazar esa tarde. No era algo que pasaba todos los días y aceptó; no por el hecho de ir a cazar, sino porque Ferraro le daba miedo y más vale hacerse amigo del que te da miedo. Un pensamiento no muy glorioso que digamos, ¿pero qué hacer con uno que te lleva como dos cabezas?
No era cualquier cosa, era ir a cazar. De eso recién se dio cuenta cuando le ofrecieron el rifle de aire comprimido a él también .Se puso contento porque eso quería decir que Ferraro lo había invitado de verdad, no para que cargara con algo. Se sintió fuerte. Por un instante se le cruzó la imagen de amigarse con su profesor. Cuando apoyó el mentón en la culata del rifle se dio cuenta de que estaba haciendo. Y no le gustaba casar matar animales le parecía odioso; pero se había acordado tarde. Ahí estaban todos esperando su tiro y ahí estaba el pájaro en una rama a varios metros. No sabía cómo salir de la situación. Se le ocurrió que podía errar el tiro propósito. Nadie se daría cuenta. De hecho todos tenían mala puntería. No habían casado nada en toda tarde. Sólo que tampoco querían que lo dejaran de invitar a otras cosas. No a cazar, pero a cualquier otra cosa. No se suponía que dejaran de invitarlo por errar un tiro. Todos lo habían hecho. Y no pasaba nada. Erraban el tiro, hasta se hacían bromas. Su cabeza pensaba todo lo rápido que se pueda. En un campo cercano pasó un avión fumigador, pero el ave no se movió. Entonces sucedió algo raro adelante suyo. Le apunto al pájaro, porque si daba en el blanco les demostraría a Ferraro y a los demás que él no solo era el que trotaba al rededor de la cancha. Pero a la vez lo tranquilizaba saber que su puntería era pésima: por más que apuntara no le daría. Sintió un fugaz alivio, porque le pareció que había encontrado la manera de resolver las dos situaciones al mismo tiempo y apretó el gatillo. El pájaro cayó fulminado, los demás gritaron contentos y lo felicitaron. Hasta le dieron palmadas en la espalda. Él devolvió el rifle con un nudo en el estómago. Decidieron regresar porque ya se hacía de noche.

FrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora