Capítulo 2: Traición

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Paz, conocimiento, serenidad, armonía...

El joven Ben se intentaba concentrar en lo que se le había enseñado sobre el camino del Jedi, en las enseñanzas de su tío, pero no podía, simplemente no podía meditar, ni serenarse, no podía mantener la mente clara.

Sus pensamientos eran un completo caos. Desde que la misteriosa voz había aparecido en su cabeza no había podido concentrarse en otra cosa que en eso. Se preguntaba constantemente si en realidad sería cierto, si su abuelo era el famoso y temido Darth Vader y si sus padres y su tío se lo habían ocultado... ¿significaba eso que no confiaban en él?

El camino del Jedi dictaba que no había que detenerse en el pasado, ni preocuparse en exceso por el futuro, había que vivir centrado en el presente, pero no podía, simplemente no podía, estaba demasiado confundido como para estar en paz, como para no centrarse en el pasado de su familia y en su propio futuro. Su mente no paraba de darle vueltas a las cosas. Aún tenía más pesadillas que antes, la oscuridad lo invadía en sueños.

No había luz en él, ya todo estaba extrañamente oscuro...

Suspiró, frustrado en medio de su meditación, quería concentrarse, centrarse en la luz, dejar la oscuridad atrás... pero era más difícil de lo que pensaba, hacía tiempo que no sentía la calidez de ese lado luminoso, la última vez que había sentido algo parecido a la luz ni siquiera había sido por él... había sido por esa niña harapienta. Cuando la había visto entre esas montañas de arena había sentido una extraña calidez al observar su amplia sonrisa, esa cría desprendía una especie de luz cegadora que lo arrastraba hacia ella, como si él fuera un satélite y hubiera encontrado un planeta que orbitar...

Esa extraña atracción no era nada usual, era como si fueran dos partes de la misma moneda y la fuerza se lo estuviera mostrando, como si algo le dijera que debía buscar a esa chiquilla porque era su otra mitad, algo que necesitaba para vivir. Desechó ese pensamiento. Era una niña harapienta y sucia, era imposible que él tuviera algo que ver con ella.

Maldita, maldita niña.

Abrió los ojos, cansado, era imposible meditar cuando se tenían tantas dudas y preocupaciones en la cabeza.

Miró lo que tenía alrededor, extrañado, ese lugar no era su habitación ni por asomo. Un oscuro habitáculo de paredes metálicas e interior desastrado lo rodeaba. Él estaba sentado en el suelo, rodeado de bastantes cacharros, golpeados y viejos. Si se fijaba bien parecía que alguien vivía allí, pues el lugar contenía lo necesario para sobrevivir, además de unos cuantos detalles decorativos que le decían que ese lugar no estaba deshabitado.

Se levantó observando mejor la estancia. En una equina había una hamaca, con una manta vieja doblada encima, cerca de la hamaca había unos cajones de metal, apilados, llenos de trastos, quien fuera que vivía allí disfrutaba coleccionando trastos inservibles. Algo le llamó la atención en una de las desmanteladas estanterías, había una especie de muñeco, un muñeco con un traje naranja de piloto, estaba a medio coser, hecho con retales de diversos tejidos.

Lo cogió haciendo una mueca de disgusto, empezaba a hacerse una idea de quién podría vivir en ese sucio lugar, la muñeca había sido algo revelador.

Un ruido tras de sí le mostró que no tardaría mucho tiempo en descubrir si su teoría era cierta, y efectivamente, no estaba equivocado con sus conjeturas. La niña acababa de entrar en la estancia, con algo en la mano, parecía una flor, una flor del desierto de color anaranjado. La había dejado en un trozo de metal corroído que simulaba un jarrón y se acercaba a una pared de un metal más maleable que las otras, llena de pequeñas marcas blancas. Por lo que pudo observar seguía sin poder verlo.

La luz de RenWhere stories live. Discover now