capítulo 6

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Cuando sonó el despertador no me consideraba persona. El sueño me consumía y una vocecita dentro de mí me decía que me quedara durmiendo un rato más. Pero no era la única en esa habitación que se tenía que levantar y entonces recordé todo lo ocurrido la noche antes. Muy a mi pesar salí de la cama para ir al lavabo a lavarme la cara y peinarme un poco. La universidad no estaba lejos de casa pero aún así nos levantábamos con tiempo suficiente para almorzar sin prisas mirando la tele. Fui a despertar a Javi puesto que no iba a dejarlo solo durmiendo en mi casa. Mi padre me mataría. Cuando lo ví tumbado de lado me recordó a un niño pequeño. Parecía tan inocente y bueno que hacía que cualquiera que le viera dudara de si era él o no. Me acerqué poco a poco para acabar sentándome a su lado aún con mi pijama puesto. Le acaricié la cara con la mano, susurrando su nombre hasta que abrió los ojos. Me miró, sonrió, me cogió y me tumbó a su lado. Le besé anunciandole los buenos días y me levantñe rápidamente antes de que pudiera retenerme. Si me quedaba no iría a clases y la tentación era demasiado grande. 

- ¿A qué hora teneís que iros? - me preguntó con voz ronca. 

- Dentro de una hora. 

- Vale, pues deja que os prepare yo el desayuno. 

- ¿Tú? - dije sin poder creerlo. Asintió. - De acuerdo. Pero espabila.

Fui a vestirme y arreglarme. Vi una nota de mi padre en la puerta que decía que se había ido antes al trabajo. Javi fue a preparar la comida antes de vestirse. Ni a Clara ni a mí nos importaba verle con sólo unos tejanos. Yo me decidí por unos vaqueros apretados negros y una camiseta de tirantes azul claro. Estaba en el lavabo peinándome cuando nos llamaron a la puerta. Clara me acompañó a abrir y nos llevamos una sorpresa cuando vimos que era Jorge. No sé qué cara puse porque no tenía un espejo delante pero seguro que no era de mucha alegría. 

- Hola. ¿Qué haces aquí? - pregunté intentando sonar simpática. 

- Ayer no pude hablar contigo después de lo que pasó y pensé que a lo mejor podía recogerte para ir juntos a la Universidad y así hablar. Pero ya veo que no estás sola. Y que no quieres verme.

- No, espera. No es eso. Sólo que me ha sorprendido que vinieras. 

- Si queréis me voy y os dejo hablar tranquilos. - Propuso Clara.

- No, tranquila. Si total tú también estabas ahí así que te debo la misma explicación. - dijo Jorge. - ¿Puedo pasar?

- Sí, claro. Pasa. Pero debes saber que... - apareció Javi con los platos del desayuno antes de que pudiera avisarle de su presencia. La cara de Jorge cambió y supongo que no ayudó que su enemigo estuviera enseñando todo su pectoral. Javi tampoco parecía muy contento de verle. Perfecto, lo que parecía una buena mañana podría estar convirtiéndose en otra guerra de ex-amigos. 

- Debo saber que está aquí. - dijo Jorge serio. - Debía suponerlo. Ya nos veremos en clase. 

Se marchó sin más. No me dió tiempo a retenerle. Quería hablar con él. Aunque hubiera ido con Javi, no quería enfadarme con Jorge por nada. Cogí el móvil corriendo y salí de casa buscando a mi amigo. Cuando lo ví estaba ya encendiendo el motor del coche y no me lo pensé dos veces. Abrí la puerta y me subí. Era la única forma de estar con él.

- ¿Qué haces? - me preguntó enfadado.

- Quiero hablar contigo. 

- Tu precioso novio te está preparando el almuerzo. Se enfadará. 

- No es mi novio pero igualmente lo entenderá. 

- Ayer no entendió nada.

- No lo puedes comparar. Yo soy libre y si quiero estar aquí, no me lo impedirá.

- Veo que se ha vuelto muy tolerante contigo. 

- Él no es mi padre. 

- No, es peor.

- Sólo dime por qué fuiste a amenazarle después de que dejaramos claro que no nos entrometeríamos con nuestos amigos.

- Porque tenia la esperanza de que le importaras lo más mínimo y decidiera dejarte en paz para que no lo pases tú mal. 

- No lo vuelvas a hacer. - Asintió. - Voy a desayunar. ¿Quieres venir?

- No creo que sea una buena idea. Pero ve tú. Te estarán esperando.

- Vale. Nos vemos luego.

Bajé del coche y entré rápidamente en mi casa. Efectivamente Javi y Clara estaban esperándome para almorzar. Me sentí cómoda porque ninguno me pidió explicaciones. A veces es mejor que te dejen la libertad de hacer lo que quieras y no te presionen. Las crepes de chocolate que hizo Javi estaban riquísimas. Desconocía sus habilidades culinarias, aunque podría ser que solo supiera hacer esta receta, le había salido perfecta. Clara y yo nos fuimos a la Universidad mientras que él se marchó a entrenar. Quedaba poco para su combate y debía prepararse a fondo. 

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Habían pasado dos meses del incidente entre Javi y Jorge. Las cosas se habían solucionado. Mi amigo no me hablaba de sus antiguos amigos mientras que yo no le había dicho nada sobre mi relación, ahora ya de pareja, de Javi y yo. Empezamos a salir una tarde que fuimos a tomar unos batidos en una heladería que conocía Javi. Allí me pidió salir porque decía que no quería que otro tío se diera cuenta de lo que valía y me tirara los tejos. A partir de ahí, había ido a verle entrenar algunas veces y acabé conociendo a todo su gimnasio. Eran chicos bastante amables. Al menos a mí me trataban muy bien. Los sábados siempre salían juntos a cenar y me habían invitado un par de días. Me había enseñado su piso. Era senzillo pero confortable. Iba acorde con él. El color de las paredes, los pósters en la pared, la decoración... Parecía como si no pudiera ser de otra forma, encajaba a la perfección con su personalidad. 

Estaba sentada en una silla al lado de un ring de boxeo con los amigos de Javi a mi lado. Había llegado el día de su combate. El pabellón estaba bastante lleno. Le gente iba de un lado para otro, saludaba a quién conocía y se hacían fotos. Al ser la primera vez que iba a un sitio de estos, no sabía quién eran esos chicos a los que les pedían tantas fotos. Esperamos pacientemente hasta que empezó la velada. El primer combate que vimos, en categoría amateur, se me quedará grabado para siempre en la memoria. No hubo un KO ni peleaban extraordinariamente, a mi entender, pero era el primer combate de boxeo que veía en una velada. La sensación de encontrarme ahí me pareció increíble. Nunca me hubiera imaginado que me iba a gustar.

Pasaron los combates y unos me divertían más que otros. Estaba tranquila a mi modo hasta que llegó el momento de la pelea de Javi. Anunciaron a los luchadores para que se pusieran en la esquina correspondiente. El contrincante era alto y fuerte y, fue entonces, cuando noté el miedo de que le hiciera daño a mi novio. Javi no dudó en entrar al ring decidido y con cara de pocos amigos. Se acabó de preparar con la ayuda de sus entrenadores y se acercó al medio del  cuadrilátero. El árbitro les habló, chocaron los guantes y sonó la campana. Javi dejó que el contrincante lanzara su primer golpe y lo bloqueó con el brazo. Se movía por el ring como si fuera natural. Empezó a atacar, primero sin mucha intensidad pero a medida que avanzaba el combate, augmentó su potencia de golpe. Pegaba con la fuerza de quien quiere arrancarle la cabeza a su contrincante que se defendía como podía y atacó a su manera. Javi encajó algún que otro golpe con la cara, pero parecía que no le doliera en absoluto. Los asaltos pasaban y seguía con el miedo de que le llegara un mal golpe. No entendía de boxeo pero sabía lo que era un KO y que éste podía llegar en cualquier momento. No sé a quién le pasaba más lento el tiempo, si a mí o a mi novio. Contaba los segundos como si fueran oro pero de distinta forma a como lo hacía Javi, quién disfrutaba de cada minuto que pasaba y se sentía cómodo y a gusto haciendo lo que hacía. Yo, sin embargo, no podía entender que lo pasara bien y sufría por él. Una parte de mí quería comprenderle, entender lo que pasaba por su mente en esos momentos. Y como había temido, el combate terminó antes de que sonara la campana. 

A partir de aquí todo pasó muy deprisa. El público se levantó gritando, aplaudía con fuerza. El médico subió al cuadrilátero. Los entrenadores cruzaron las cuerdas y se acercaron a sus respectivos púgiles, unos preocupados por que su pupilo había sido noqueado y otros contentos por la victoria clara del otro. Al principio mi mente se colapsó, no sabía como reaccionar. Pero rápidamente me activé, era el primer KO que veía en mi vida y, por suerte, Javi no era el que había besado la lona. 

Amiga del dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora