De un simple pelanas, para su eterna musa.

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Para recordar a la musa,

lo mejor es nunca buscar excusa.


Regalarle tu tiempo,

porque bien ella sabe

que es cruel asesino.


Alquilarle tu mano

sin cobro alguno,

para que la tome y despliegue su arte.


Regar su magia a diario,

nunca pisar sus raíces.

Su dulce y alto vuelo observar,

jamás intentarlo controlar o manipular.


De ella disfrutar,

pero sobre todo,

a ella respetar.


Bello ser divino,

incomprendido hasta por si mismo.

Por eso cada vez que halagues su condición

obtendrás una negación.

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