Marea alta.

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Volver al mar.

Observar con las pupilas de los dedos

la cala que forman nuestros deseos,

poco a poco abriéndose paso mar adentro.


Fina arena,

que acariciamos con las yemas de los ojos.

Empaparnos los labios de sal, y besarnos,

al ritmo de las olas, que se acercan pidiendo perdón.


Banda sonora que nos brinda la brisa.

A la percusión están odiosas gaviotas,

ríen incesantes al poder ser testigos

de tan ridícula declaración de amor.


Mofa que no cesa, e incluso aumenta,

al ver abandonar su caparazón las almejas,

dispuestas a virar todo su barco a babor

y regalar su preciada perla a idealizadas musas.


Sin saber que su fatídico final,

sería la más que accidentada paella

de un par de enamorados idiotas,

a los que se les fue la mano con la puta sal.

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