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Las vacaciones acabaron, y gracias a mis primas me había convertido en la peor versión de mi. Mala conducta, escapaba de clases, mentía, fumaba, tomaba... era un desastre andante. Muy en el fondo de mi mente rondaba la idea de la desilusión que recibiría mi padre si se enteraba de todo lo que yo hacía, pero esas ideas se borraban cada vez que el dolor que su ausencia había dejado, insistía con atacar.
Un viernes hice toda la rutina a la que ya me había acostumbrado y partí rumbo al colegio. No podía evitar sentir todas esas miradas de desprecio justo en mi nuca, cada vez que pasaba en frente de un vidrio y podía ver mi reglejo me avergonzaba mas y mas de mi físico, claro que absolutamente nadie sabía el profundo dolor por el que estaba pasando.
Al llegar deje mis cosas y comencé a textearme con Ash, que para ese entonces se había vuelto muy importante para mi. Claro que no me gustaba, era mi mejor amigo, casi hermano, justo lo que necesitaba, una rama de donde sostenerme en medio de semejante caida.
Estaba inmersa en mi mundo cuando oí una conversación, una de esas que te cambian completamente y sabes que debes dejar de ser todo lo que eras, te das cunta de que debes desechar todo lo que habías construido hasta el momento ya que es demasiado antiguo y no sirve ante las despiadadas máquinas modernas. Era él, mi verdadero amor, el chico del que había estado enamorada y aún siendo una "perra sin corazón" no podía superar, era él, quien sin siquiera tomarse la molestia de revisar que nadie estuviera oyendo dijo fuerte y claro:«Esperanza es solo una perra con la que estoy jugando, claro que jamás estaría con esa, QUE ASCO».
Debo admitirlo, eso me destruyó, desvaneció cualquier cosa parecida al autoestima que pudiese tener, pero también me quitó una venda de los ojos, y me permitió ver todo lo que había estado haciendo mal. En ese instante decidí cambiar, jamas volver a mendigar amor de nadie, ni siquiera mis padres, nadie me vería llorar o debil, a partir de ese momento me había convertido en una roca, una dura carcasa que se encargaría de que nadie volviera a herirme de la forma en que Dylan lo hizo.

Al borde del abismo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora