Abrí los ojos recibiendo el sol abrazador de la mañana directo en el rostro. Me levanté lentamente del duro suelo de la azotea en la que me encontraba. Me acerque a la orilla del edificio mientras recogía una botella de agua que se encontraba al lado de mi mochila. Después de beber un par de tragos me dispuse a contemplar el paisaje post-apocalíptico que se divisaba en el horizonte. Todo era igual que el día anterior: calles desoladas, autos en la autopista, basura por todas partes, uno o dos de esos tipos y silencio, o bueno, más bien silencio relativo. Sin tomar en cuenta los gruñidos y gemidos molestos de los muertos, había un silencio mortificante.
-Un día más- dije.
Regrese sobre mis pasos y me senté al lado de mi mochila mientras sacaba de ella mi diario y un lapicero de color negro. Busqué una nueva página y comencé a escribir:
#54
Hoy hace calor. Me queda solo una botella de agua completa y tengo dos paquetes de galletas saladas. No sé como sobreviviré sin comida y todo por aquí parece haber sido saqueado...
Extraño la comida de mamá.
Desde que todo esto comenzó he tenido que aprender a hacer algunas cosas para sobrevivir como: hacer fuego sin fósforos, purificar agua solo con el calor del sol, y lo más importante, mantenerme alejado de las grandes ciudades. La soledad de esta nueva vida es algo con lo que se tiene que aprender a vivir y, para no perder la cordura, empecé a escribir en mi diario desde la tercera semana que todo inicio. Es una buena manera de sentir que hablas con alguien.
Por lo general nunca habría entrado en un edificio tan cerca de la ciudad pero parecía un buen lugar para obtener una mejor vista de mi siguiente parada: una estación de servicio a seis calles de donde me encontraba. Llegue al anochecer. La puerta, que al parecer era de vidrio, estaba despedazada. Había cristales dispersos por toda la entrada. Entré evitando hacer el menor ruido posible; encendí mi linterna y caminé hacia las escaleras. Comencé a subir mientras revisaba las habitaciones por algo útil, tanto para defensa o como alimento. Para mi suerte llegue a la azotea sin toparme con uno de ellos. Trabé la puerta con una mesa y puse un vaso de cristal en la orilla. De esa manera si algo golpeaba la puerta, el vaso caería y yo lo escucharía; estaría listo para cualquier cosa. Me senté recostándome en la pared al lado de la puerta y vacíe mi mochila para hacer un pequeño inventario de las cosas que llevaba conmigo.
-Bien. ¿Qué tenemos por aquí? Veamos: dos botellas de agua, una con menos de la mitad y una llena. Dos paquetes de galletas saladas, mi diario, dos lapiceros, tres balas para mi Glock, un cuchillo militar y un mechero.
Guardé todo en mi mochila menos un paquete de galletas y la botella que tenía menos agua. Comí lo más lento que pude para reducirla sensación de hambre. Deje al alcance mi arma y puse el cuchillo en mi cinturón. –Hace frío aquí arriba- dije. La ropa que uso no es muy buena para el día, pero en la noche es de mucha ayuda. Llevo puesto pantalones gris oscuro, converse negros, y una playera negra de manga corta. Debido al frío no tengo más opción que ponerme la chaqueta negra que me recuerda al videojuego de Assassin's Creed. (Si, mi ropa es oscura, siempre me ha gustado vestir así). Recosté mi cabeza sobre mi mochila y me dispuse a dormir.
Una vez divisado mi siguiente parada, comencé a salir del edificio para dirigirme hacia la estación. Tan pronto atravesé la puerta con los cristales dispersos, observe como un grupo de muertos impedía que siguiera la ruta más corta para llegar a la estación.
-Mierda, son muchos. No quiero hacer demasiado ruido; tendré que encontrar otro camino. Tan pronto llegue a la estación conseguiré un auto que me saque de aquí.
Me di la vuelta y comencé a caminar hacia un callejón para rodear al grupo y llegar cuanto antes a la estación. Entré y vi lo de siempre: sangre en el piso y las paredes, vidrios rotos en la entrada y un gran desorden en las estanterías que además estaban vacías. –Iré a ver a la bodega, con suerte todavía queda algo que pueda usar-. Para mi suerte encontré gomitas y una caja de chocolates aún en buen estado, después de todo, ¿Cuántos preservantes no tienen estas cosas? Metí todo en mi mochila y caminé a la salida. Vi un auto viejo a algunos metros del recargo de gasolina y lo revisé, parecía estar en buenas condiciones así que busque las llaves adentro pero no estaban por ningún lado. Estaba intentando encenderlo sin llaves (un pequeño truco que me enseñó mi padre) y ya llevaba un rato intentando hasta que encendió al fin. Cerré la puerta y cuando iba a avanzar escuche el "clic" de un arma y alguien dijo:
-Baja del auto y no intentes nada si no quieres que te deje un agujero en la cabeza.
Era una voz de una chica. Por alguna razón me parecía familiar.
-Apresúrate y no te voltees.
-Lo que tú digas cariño, pero no dañes la pintura, es nueva.
-Cierra la boca.
-Tranquila fiera.
Se acercó y me quitó la mochila y el arma sin dejar que me volteara.
-Llevas un buenas cosas aquí - dijo- creo que me lo llevaré. "Esa voz" pensé.
Aprovechando que estaba distraída con mis cosas, me giré rápidamente y de un golpe tire su arma al suelo y sujete sus brazos. No podía ver su rostro debido a que ella usaba una gorra. Empezó a forcejear y su gorra cayó al suelo. No podía creerlo.
-¿Jhacky? ¿Jhacky Miller?
-¿Oliver?
...
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¡Hola a todos! Éste es el primer capitulo de mi primer historia así que me disculpo de antemano por cualquier error de ortografía o redacción.
Espero que les guste tanto leerlo, como a mí escribirlo.
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Las Reglas del Fin
Science FictionOliver es un joven de dieciocho años que se ve inmerso en un escenario post-apocalíptico en el cual la soledad es la única que reina. Tras una serie de eventos reencuentra a alguien que es muy importante para él. Juntos deberán encontrar la forma de...