DÍA 1: CAPRICORNIO.

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DÍA 1: CAPRICORNIO.

DÍA 1: CAPRICORNIO

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Otro día más había comenzado.

Como parte de su condena, Ann otra vez se encontraba realizando su trabajo comunitario obligatorio, a pleno sol.

― Es increíble que alguien como yo, con mi rango, tenga que estar haciendo este tipo de cosas ―masculló con ligera rabia, buscando algo con la mirada, mientras corría por las calles de arena, desiertas debido a que era medio día y el sol se encontraba casi en su máximo esplendor, obligando a los habitantes de Suna a refugiarse en sus hogares.

Pero... ¿Qué era lo que buscaba con tanta impaciencia?

Unos pastores provenientes del sur, del país del viento, habían llegado a la aldea, para comerciar con su rebaño de cabras. En lo que ella y unos genins de refuerzo controlaban que estos comerciantes no trajeran nada sospechoso entre sus pertenencias, uno de los subordinados cometió el error de soltar la soga que unía el rebaño, liberando a los caprinos, los cuales eran más de un centenar, en el interior de la villa.

Fue cuestión de minutos para volver a juntar a todos los rumiantes, pero apenas los contabilizaron, faltaba una de ellas, una cría.

Hubiese preferido mandar a los genins a su búsqueda, pero había decenas de otros visitantes y comerciantes con objetos inanimados, que exigían inspección para entrar a la aldea, así prefirió dejarlos a cargo e ir en busca del animal, sola, para luego entregárselo a sus dueños.

Ya había pasado más de media desde ese momento, y seguía sin encontrar al dichoso herbívoro.

Al tratarse de un animal pequeño y no un humano, no podía rastrearlo sensorialmente para encontrarlo.

Con las pocas personas que se topó, preguntó si habían logrado divisar una cría de cabra sola en su caminar.

Todos le negaban con la cabeza, para su mala suerte.

Hasta que se acercó a una anciana, que caminaba con la misma velocidad de un caracol.

― Disculpe anciana, pero ¿de casualidad no ha visto a una pequeña cabra cruzar libremente por acá? ―emitió un tanto fatigada la Taiyō.

La señora de edad avanzada, de estatura pequeña, quien tenía la mirada baja, se detuvo a verla con detenimiento, mientras entreabría sus ojos y esbozaba una arrugada pero sincera sonrisa en su rostro.

― Hola niñita ―le respondió con su voz cansada pero tierna―, lo siento, pero creo que no he visto a mascota...

― ¿Eh? No, no es mi mascota, es de... ―expresó Ann seria, pero se detuvo al sentir que no tenía caso seguir ahí parada y debía continuar su búsqueda―. Disculpe haberla molestado...

―Pero... ahora que lo mencionas... ―le interrumpió la yaya, mientras se llevaba una de sus manos al mentón, a modo de recordar―. A unas cuadras de acá, vi a un niño que llevaba consigo una pequeña cabra y parecía que buscaba a su dueño...

ESTO NO ES UNA CRÓNICA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora