BONUS: BAILE SAMBA.

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TEMA BONUS:

BAILE SAMBA.

Leía con rapidez, para luego soltar la hoja en la superficie de su escritorio y golpearla con su sello.

― Maldición, ha este paso no llegaré para el almuerzo...

Bufó con aburrimiento, para luego tomar un sorbo de su café ya tibio, debido a la hora.

Se preguntó por primera vez que se sentiría ser un ninja común, de bajo rango, que salía libremente de la aldea, acompañando a mercaderes como escolta, ayudando a ancianos a transportarse a otros pueblos cercanos cargándoselos en la espalda o encargándose de alguna bestia del desierto que atormentase a los pastores del norte del País del Viento y sus rebaños.

Sin duda sería algo mejor que estar recluida en ese cráter infestado de gente al que llamaban Sunagakure. No es que siguiese odiando al mundo, pero alguien que había estado desde su niñez trabajando en atención al público, sin duda habría criado un mal genio y ganas de estar en soledad.

Unos ruidos desde el pasillo que colindaba con su oficina, la sacó de sus pensares.

― Lo siento, Draco-sama, pero... Ann-sama se encuentra ocupada con el papeleo, por favor, entiéndalo...

Sin duda, era la voz de Shun. Tan tierna, pero sin fuerza para hacerse respetar.

La puerta de su despacho se abrió, para entrar de forma fugaz, su extrovertido hermano seguido de la castaña.

― Disculpe Ann-sama, pero el señorito no me escuchaba ―enunció angustiada Shun, mientras se apoyaba en el mástil de la puerta, cansada por correr detrás del noble niño.

―Descuida Shun, Draco casi no escucha a nadie. Puedes seguir con lo tuyo ―le respondió la rubia, con cierta calma.

La asistenta asintió para luego desaparecer de escena.

Draco ya se había acomodado, sentándose en uno de los bordes del enorme escritorio, con una cara bastante alegre.

― Hermana, me alegra encontrarte aquí, necesito de tu ayuda ―emitió el niño rubio con entusiasmo, apretando los puños, a la altura de sus hombros.

― ¿Mi ayuda? Eres lo autosuficiente para hacer lo que quieras, por tu cuenta ―dijo su hermana arqueando una ceja con ligera preocupación―. ¿Se te ha presentado algún problema liderando el clan? ¿Alguno de los sub-lideres te está causando problemas? Si es algo de eso, solo dame los detalles y me encargare...

― ¡No! ¡No es nada referente al clan! Que exagerada eres hermana ―le interrumpió Draco con cierta angustia, al ver lo sería que se ponía―. Todo va perfecto con los asuntos del clan. El asunto es otro...

― Ya veo. Ahora estoy atrasada con mi trabajo, y si no es algo de extremada importancia lo que vienes a decirme, trátalo con alguno de los sirvientes del clan.

Draco puso una expresión decaída al escucharla.

Ciertamente, su hermana seguía siendo alguien cortante y fría.

― Esta bien, ya no te molestaré más... perdona por hacerte perder el tiempo.

Se levantó de un salto, para caminar de forma lenta hacia la salida, con semblante triste.

― Bien... te escucharé, pero deja de usar tu táctica de dar pena ¿entendiste? ―expresó con resignación la Taiyō, quien la observaba de reojo.

El niño rubio, en un pestañeo volvió a ella, casi a la velocidad de la luz del sol, para sentarse en su regazo, como si fuese un niño pequeño.

ESTO NO ES UNA CRÓNICA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora