No puedo decir que me sienta aligerado ni contento; al contrario, eso me
aplasta. Sólo que alcancé mi objetivo: sé lo que quería saber; he comprendido
todo lo que me sucedió desde el mes de enero. La Náusea no me ha abandonado
y no creo que me abandone tan pronto; pero ya no la soporto, ya no es una
enfermedad ni un acceso pasajero: soy yo.
Bueno, hace un rato estaba yo en el Jardín público. La raíz del castaño se
hundía en la tierra, justo debajo de mi banco. Yo ya no recordaba que era una
raíz. Las palabras se habían desvanecido, y con ellas la significación de las cosas,
sus modos de empleo, las débiles marcas que los hombres han trazado en su
superficie. Estaba sentado, un poco encorvado, baja la cabeza, solo frente a
aquella masa negra y nudosa, enteramente bruta y que me daba miedo. Y
entonces tuve esa iluminación.
Me cortó el aliento. Jamás había presentido, antes de estos últimos días, lo que
quería decir "existir". Era como los demás, como los que se pasean a la orilla del
mar con sus trajes de primavera. Decía como ellos: "el mar es verde", "aquel
punto blanco, allá arriba, es una gaviota", pero no sentía que aquello existía, que
la gaviota era una "gaviota-existente"; de ordinario la existencia se oculta. Está
ahí, alrededor de nosotros, en nosotros, ella es nosotros, no es posible decir dos
palabras sin hablar de ella y, finalmente, queda intocada. Hay que convencerse
de que, cuando creía pensar en ella, no pensaba en nada, tenía la cabeza vacía o
más exactamente una palabra en la cabeza, la palabra "ser" O pensaba... ¿cómo
decirlo? Pensaba la pertenencia, me decía que el mar pertenecía a la clase de los
objetos verdes o que el verde formaba parte de las cualidades del mar. Aun
mirando las cosas, estaba a cien leguas de pensar que existían: se me presentaban
como un decorado. Las tomaba en mis manos, me servían como instrumentos,
preveía sus resistencias. Pero todo esto pasaba en la superficie. Si me hubieran preguntado qué era la existencia, habría respondido de buena fe que no era nada,
exactamente una forma vacía que se agrega a las cosas desde afuera, sin
modificar su naturaleza. Y de golpe estaba allí, clara como el día: la existencia se
descubrió de improviso. Había perdido su apariencia inofensiva de categoría
abstracta; era la materia misma de las cosas, aquella raíz estaba amasada en
existencia. O más bien la raíz, las verjas del jardín, el césped ralo, todo se había
desvanecido; la diversidad de las cosas, su individualidad sólo eran una
apariencia, un barniz. Ese barniz se había fundido, quedaban masas monstruosas
y blandas, en desorden, desnudas, con una desnudez espantosa y obscena.
Me guardé de hacer el menor movimiento, pero no necesitaba moverme para
ver, detrás do los árboles, las columnas azules y el candelabro del quiosco de
ESTÁS LEYENDO
La Náusea - Jean Paul Sartre
ClassicsPublicada en 1938, "La naúsea" de Jean-Paul Sartre es, junto con "El extranjero" de Albert Camus, la novela que encarna de forma más emblemática la corriente de pensamiento existencialista fruto de la atroz experiencia de la Primera Guerra Mundial y...