¿Es esto la libertad? A mis pies los jardines descienden blandamente hacia la
ciudad, y en cada jardín se levanta una casa. Veo el mar, pesado, inmóvil; veo a
Bouville. Hace buen tiempo.
Soy libre: no me queda ninguna razón para vivir, todas las que probé
aflojaron y ya no puedo imaginar otras. Todavía soy bastante joven, todavía
tengo fuerzas bastantes para volver a empezar. ¿Pero qué es lo que hay que
empezar? Sólo ahora comprendo cuánto había contado con Anny para salvarme,
en lo más fuerte de mis terrores, de mis náuseas. Mi pasado ha muerto, M. de
Rollebon ha muerto, Anny volvió para quitarme toda esperanza. Estoy solo en
esta calle blanca bordeada de jardines. Sólo y libre. Pero esta libertad se parece
un poco a la muerte.
Hoy mi vida llega a su fin. Mañana habré dejado esta ciudad que se extiende a
mis pies, donde viví tanto tiempo. Ya no serás más que un nombre, rechoncho,
burgués, muy francés, un nombre en mi memoria, menos rico que los de
Florencia o Bagdad. Llegará una época en que me pregunte: "Pero cuando estaba
en Bouville, ¿qué podía hacer durante todo el día?" Y de este sol, de esta tarde,
no quedará nada, ni siquiera un recuerdo.
Toda mi vida está detrás de mí. La veo entera, veo su forma, veo los lentos
movimientos que me han traído hasta aquí. Hay pocas cosas que decir de ella:
una partida perdida, eso es todo. Hace tres años que entré en Bouville,
solemnemente. Había perdido la primera vuelta. Quise jugar la segunda y
también perdí; perdí la partida. Al mismo tiempo, supe que siempre se pierde.
Sólo los cochinos creen ganar. Ahora voy a hacer como Anny, me sobreviviré.
Comer, dormir. Dormir, comer. Existir lentamente, dulcemente, como esos
árboles, como un charco de agua, como el asiento rojo del tranvía.
La Náusea me concede una corta tregua. Pero sé que volverá; es mi estado
normal. Sólo que hoy mi cuerpo está demasiado agotado para soportarla,
También los enfermos tienen afortunadas debilidades que les quitan, por algunas
horas, la conciencia de su mal. Me aburro, eso es todo. De vez en cuando bostezo
tan fuerte que las lágrimas me ruedan por las mejillas. Es un aburrimiento
profundo, profundo, el corazón profundo de la existencia, la materia misma de
que estoy hecho. No me descuido, por el contrario; esta mañana tomé un baño,
me afeité. Sólo que cuando pienso en todos esos pequeños actos cuidadosos, no
comprendo cómo pude ejecutarlos; son tan vanos. Sin duda el hábito los ejecuta
por mí. Los hábitos no están muertos, continúan afanándose, tejiendo muy
despacito, insidiosamente, sus tramas; me lavan, me secan, me visten, como
nodrizas. ¿Habrán sido ellos, también, los que me trajeron a esta colina? Ya no
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La Náusea - Jean Paul Sartre
KlasikPublicada en 1938, "La naúsea" de Jean-Paul Sartre es, junto con "El extranjero" de Albert Camus, la novela que encarna de forma más emblemática la corriente de pensamiento existencialista fruto de la atroz experiencia de la Primera Guerra Mundial y...