Capítulo 20

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Robert Harris se encontraba dentro del coche de alquiler fumando. Incapaz de saber con certeza qué demonio lo había poseído para dejarse persuadir a semejante locura. Aquella mujer lo estaba volviendo loco y no sabía por qué. Por lo general la razón y la lógica iban acompañadas en todas sus decisiones pero esto había llegado demasiado lejos.

Bucéfalo había ganado todas las carreras en donde Artemis no había participado, desconocía la razón por la cual no competía en todas, él suponía que la protegían demasiado a raíz del asesinato de uno de los sementales de Westhampton House.

Que estuvieran amenazando a Georgia no le hacía ni pisca de gracia. Él había analizado dos posibilidades: o el tipo en cuestión sabía de su secreto y quería chantajearla-tal y como hizo él-o la condesa de Addington quería vengarse de alguna forma. La segunda era más viable que la primera, por ende había aprovechado su reciente amistad con los duques de Hastings y había colocado uno de sus hombres de confianza para vigilarla.

Robert le dio una calada de humo al puro. Le gustaba aquella mujer.

Él se había propuesto a tener todo en la vida y la tendría a ella a como dé lugar, por eso tenía que acabar con todo lo que la amenazara. Este arrojó el puro por la ventana y se dispuso a salir del coche; odiaba los coches de alquiler porque eran demasiado pequeños para su contextura, pero no podría arriesgarse a llevar el de él y ser reconocido.

—Malditos ingleses —susurró al salir.

Lo que vio lo dejó estupefacto. A pocos metros de distancia se acercaba Lady Georgia con un vestido rojo, el cual tenía un escote que dejaba ver una buena porción de piel, su cabello estaba suelto tal cual como se lo había pedido. A Robert le había vuelto loco ese cabello negro y largo; sentía una profunda debilidad por esa clase de cabello. Ir con el pelo suelto no era un requisito para entrar al lugar donde la pensaba llevar, solo quería darse ese placer de mirarlo una vez más.

Lady Georgia llevaba un sombrero que el ala del este le cubría medio rostro, solo dejando a la vista sus labios.

Ella se acercó a él y este no pudo mirarla a los ojos.

—¿Nos vamos a demorar? —quiso saber ésta

Robert respiró hondo y luego sonrió—Sólo un poco

—No sé a qué hora regresen mis hermanos, más o menos dos o tres horas

—Está bién

Él le abrió la puerta del coche y la ayudó a subir. Él prosiguió a hacer lo mismo y se sentó frente a ella; tocó el techo dos veces y el coche empezó a moverse.

Robert la recorrió con una mirada experta.

—No estás nada mal —le dijo.

Ella se quitó el sombrero y comenzó a peinarse el cabello con los dedos. Él estaba encantado verla haciendo eso, tuvo que reprimir las ganas de tocárselo.

—¿Adónde vamos? —le preguntó.

—Si te digo saltas por la ventanilla

Ella lo miró—No soy una cobarde

—Pero sí una dama

Ésta rodó los ojos —¿A dónde Harris?

—Lo sabrás cuando lleguemos

—Estoy aquí ¿no? No pienso huir

—Eso está muy bién

Ella le arrojó una mirada asesina y continuó peinándose el cabello.

Sangre Púrpura © (Saga Westhampton Libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora