Como en un principio sospechábamos no había nada en el sitio que llegamos. Carrillo más enojado que la chucha, evidentemente se sintió traicionado por sus propias ilusiones de encontrar algo interesante y enigmático... Miraba con algo de enojo la situación absurda en la que nos veíamos.
Sinceramente no me quedé conforme, había mucho en juego -en realidad no- (sobretodo en las cartas que encontramos) no era como para darse por vencido de inmediato, así que empecé a investigar mi entorno. Ciertamente si pudiera describir lo que observaba era de un lejano interés a lo que podría calificar como bonito. Desde el centro de las coordenadas, el suelo era árido lleno de pequeños arbustos que con suerte se mantenían en pie producto del calor, muchas piedrecillas, ya que, el cerro prácticamente en su totalidad era grava y maicillo, el cielo pintado de color lapislázuli -encantador sin duda- con un sol que hostigaba la vista por su portentosa naturaleza radioactiva. El viento era agradable a ratos, pero arrastraba el calor intermitentemente hacia nosotros hasta sofocar.
Carrillo se sentó en una piedra que tenía forma de malva, sacó un pucho, lo encendió y empezó a meditar sobre los errores de su vida (o esa era la sensación que me transmitía su mirada de cuestionamiento).
Pasaron cinco minutos, cuando detrás de una loma se acerca un cachupín medio desnutrido a nosotros, yo le hice cariño en su cabeza y le dimos un pedazo de pan con mantequilla que llevábamos para el cocaví. Se sentó al lado del cubano y tranquilito se quedó ahí.
En el escenario de ternura al ver al nuevo acompañante se me ocurrió una ocurrencia, le dije al cubano que levantara la raja que posiblemente la única roca cerca de las coordenadas a cincuenta metros de ahí, tenía algo que ver. La cara de decepción de este weón era única, así que como que no quiso se levantó y empecé a mirar la piedra. A lo que la corrimos a un costado y... ¡Eureka! Una especie de escotilla (en este minuto por mi mente pensé weas fantásticas, un búnker de los nazis que escaparon a Sudamérica, algo así tipo Wolfenstein (distopía nazi)) la realidad era igual de fantástica, porque no teníamos chucha idea qué encontraríamos ahí.
El coronel mantequilla, era nuestro nuevo amigo, apenas abrimos la escotilla puso interés en nosotros y empezó a menear la cola como metrónomo con epilepsia, luego siguió comiendo su pan sosteniéndolo con las patas y procedió a ignorarnos como si no estuviésemos ahí.
Weón bajemos, le dije a Carrillo, que de haber tenido el ceño fruncido pasó posteriormente a cagarse de susto (al igual que yo) finalmente habló y me preguntó: ¿Estás seguro? Recién no quería hablar porque estaba caliente con la wea, ahora no entiendo nada... Yo no quiero bajar, pero si tú bajas primero, yo te sigo.
Honestamente sabía que esto ocurriría, prendí la linterna y empecé a bajar, no titubié, pero dentro de todo tenía miedo, pero aun así, la curiosidad era superior, quería mi aventura tipo Código Da Vinci.
Cada peldaño que bajaba me acercaba más a una densa y extravagante oscuridad -quien haya jugado "Amnesia: the dark descent" me entendería-.
De pronto el pequeño agujero por el que entramos era un inmenso galpón abandonado. El cubano prendió su foco marca CASIO y yo el mío de marca taiwanesa -ambos posiblemente elaborados por la explotación infantil-.
Era increíble lo que encontramos ahí, como para hacer una descripción precisa, era algo así como el Pentágono, igual de grandioso, pero con menos presupuesto tecnológico y olvidado en el tiempo.
Encendimos la luz en el panel de electricidad, que por lo visto estaba en desuso. Por alguna razón, me di cuenta que me había equivocado pues, en realidad, era bastante el presupuesto otorgado en esas instalaciones y antes de que yo y mi compadre dijéramos algo, observamos lo increíble. Mi mente explotó con tanto estímulo visual... Pude apreciar un estandarte gigantesco con el logo de la "Agencia", computadoras del año 50 o 60, cientos de archivos apilados en estanterías ordenadas minuciosamente, archivadores antiguos, sillas de oficina, cámaras antiguas para transmitir señales de TV y radios de alto alcance con fines militares (evidentemente). La verdad es que no entendíamos nada, nos quedamos mirando estupefactos boquiabiertos patidifusos.
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What wea adventures
MaceraAventuras de dos amigos normales con vidas inocuas, que en base a la curiosidad se adentran en una arriesgada empresa por descubrir la verdad sobre la Agencia y sus operaciones no gubernamentales. Guerra Fría, nazis en Sudamérica, aparatos misterios...