09 • Zabdiel De Jesús

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Llegó el día, sin duda no había vuelta atrás.

Mi vestido blanco con detalles negros en la falda y el velo estaban su lugar colocados con una perfección y delicadeza que asustaba.

Bajé de la costosa limusina de la familia Pimentel, bajé tras que el chófer me abriera la puerta por compromiso y no por gusto propio.

El fino vestido tocó la acera en la entrada de la inmensa iglesia. Mi obediente padre se bajo tras de mí y con su costoso e impecable traje negro de algún diseñador loco con locas ideas en su cabeza que le pagó por usar eso. Justo después los dos guardaespaldas de mi familia bajaron del coche tras nuestro 

Enganché mi brazo con el de mi padre y respiré hondo para posteriormente poner mi mejor sonrisa, a pesar de que lo único que deseaba entonces era llorar, llorar como nunca había llorado antes; ni siquiera cuando mi conejito Chair había muerto porque mi tío se le había sentado encima, irónico, lo sé.

Las grandes puertas se abrieron y varios flashes me cegaron por unos instantes, parpadeé continuamente para acostumbrar a la retina de mis ojos a las luces incesantes. Cuando logré ver por fin claro, la gente en el templo se encontraba levantada con una sonrisa hacia mí. Empecé el largo recorrido de la entrada al altar por el pasillo. El pesado sonido de mis tacones contra la reluciente cerámica junto a alguno que otro murmullo era lo único que se escuchaba en la iglesia.

Mi padre entregó mi mano a mi prometido, le sonrió con tristeza y se fué a su asiento junto a mi madre, noté como la mano de Joel temblaba ligeramente y la mía sudaba un poco.

El sacerdote aclaró su garganta y empezó su discurso, pero mi mente no se enfocaba en nada a mi alrededor, tenía solo una cosa en mente, pero no eran ni Joel ni la boda.

De lo único que logré captar de la voz del sacerdote fue un "Me alegra ver parejas jóvenes que se quieren casar por como manda su corazón y no la opinión de la sociedad"

«Oh padrecito, si usted supiera...» fué lo primero que pasó por mi concurrida cabeza

Miré sobre mi hombro izquierdo y vi a mi madre, ya no traía la sonrisa con la que miraba a los periodistas; y yo tampoco; ella me sonrió como Cheshire y apuntó a la comisura de sus arrugados e hipócritas labios que soltaban cosas para su conveniencia y el de la empresa sin pensar en la familia; la sonrisa fue instantánea, la quitó rápidamente y me miró en amenaza.

Sonreí como ella me lo pidió y la quité tan rápido como lo hizo ella, mirándola mal, sabiendo lo que me traería después cuando esta pesadilla de boda se acabara.

Miré a donde se supone y yo creía que se encontraban mis pies bajo la falda del pomposo vestido que me hacía parecer embarazada, y luego a mi mano entrelazada con la de Joel.

¿En verdad yo quería esto? ¿Me hacía feliz? ¿Enserio le haría algún bien a la empresa? ¿Mi madre lo hará por mi bien? ¿Joel quería esto? ¿Su madre quería esto? ¿MI padre quería esto de mí? ¿Ver a su hija casada a la fuerza con un buen hombre, pero que no quería? ¿De verdad lo amaba?  ¿Podía siquiera negarme a esto?

La respuesta a todo era NO, en negrita, mayúscula, rojo sangre, en un cartel y dentro de un gran circulo de advertencia.

Me casaba, pero no con quien yo quería, me casaba con quien mi madre quería que me casara.

Volví a ver a mi padre al lado de mi madre, quien tenía su mano capturada entre la escamosa mano de esa víbora que se hacía llamar madre.

Busqué ayuda en él, que me miraba con ganas de parar todo y evitar que su niñita se casara con un hombre que no era para ella, esperé a que hiciera algo, pero noté como mi madre apretó más su mano hacia ella y le pisó el pié con sus feos tacones de punta color negro mate; él bajó la mirada y entendí bien de una vez por todas. No merecía ese trato, estaba envuelto en una relación tóxica, sin cariño, solo interés por parte de ella, pero él quería a mi madre, y entonces allí el porqué no la había dejado.

One-shots de CNCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora