Capítulo XIII

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Mirándose al espejo, mientras cepillaba sus dorados cabellos, Iteylefh observó el reflejo de una humilde provinciana que sonreía cada vez menos. En esa tétrica sombra de silencio se habían trasmutado los melódicos sonidos de su risa, como si ya sólo se tratara del musical arpegio violínesco de alguna leyenda ancestral que parecía haber existido hace siglos.

Finalmente dejó el cepillo sobre el rústico tocador que amueblaba su dormitorio, girándose hacia la puerta y tras un melancólico suspiro, emergió de la habitación.

Después de cinco años sin haber tenido noticia alguna de Loki —tiempo aquel entregado a sus obsesivos recuerdos del pasado, en el que sucumbió al sufrimiento que ahondaba en sus océanos de nostalgia—, creyó que ser paciente en su esperanza ya no era suficiente.

De pie, con una taza de té en la mano, Eleonor la vislumbró desde el pórtico de la casona. Iteylefh cabalgaba como solía hacerlo todas las mañanas antes del almuerzo, recorriendo la extensa magnitud de la pradera, a veces, aventurándose al interior del bosque y otras simplemente yendo de paseo al valle más cercano.

Aquella mañana en especial, partía en dirección al pueblo por un encargo de su preceptora. Era necesario reabastecerse con viandas frescas para la comida si iban a celebrar sus veintidós primaveras, durante el atardecer.

Una vez que llegó al mercado de la provincia, indicó a su imponente corcel que se detuviera ante el establecimiento del panadero. Aunque en su lista de compras no figuraba adquirir pan, su intención era visitar a Daniel, semanas llevaba de no verlo y quería saber qué había sucedido con su más reciente decisión.

Después de bajar de la montura, en tanto azogaba despreocupadamente a Sleipnir en un madero junto a otro caballo, no se percató de la inminente presencia del hijo del panadero, hasta que él le cubrió los ojos, de pie tras ella.

—Adivina quién soy.

—Que infantil eres, Daniel —replicó Iteylefh, alejando de su rostro las manos del chico.

—Arruinaste la sorpresa —murmuró el aludido, rascándose la nuca mientras ella se giraba hasta quedar frente a él.

Lo vio sacar algo de su bolsillo e Iteylefh no ocultó su expresión de asombro al ver el anillo que Daniel acababa de sacar y de manera casi imperceptible, negó dando un paso hacia atrás.

—Tranquila, no voy a continuar obsesionado esperando el día en que aceptes lo que siento por ti. No quiero ser una réplica barata de Niccolás. Es exactamente por eso que seguiré tu consejo, tal como lo prometí la última vez que nos vimos —explicó Daniel, colocando una mano sobre el hombro de la joven.

Ella inmediatamente suspiró aliviada al comprender mejor la situación.

—Bien, eso explica el anillo, pero... ¿cuándo pedirás la mano de Ariadna?

—Esta misma noche —contestó, apartando su mano de ella.

—No puedo creerlo, estás a punto de darle la mejor noticia de su vida.

Daniel sonrió con un atisbo de tristeza y asintió. Su decisión ya estaba tomada, pese a lo difícil que le resultaba aceptar el rechazo de Iteylefh en el aspecto sentimental, intentó mostrarse optimista ante su rotunda elección para casarse con Ariadna Campbell.

—Al menos soy bien recibido en su familia —añadió el castaño, mirando a la gente pasar.

—Eso cuenta mucho, sabiendo que es hija de un matrimonio de carácter altivo. Quizá pueda parecer la típica consentida caprichosa de mamá y papá, pero no olvides que es mi amiga. Sé que Ariadna es perfecta para ti, es posible que ahora no lo creas así, descuida con el tiempo aprenderás a pensar diferente cuando la conozcas mejor —aseguró Iteylefh, esbozando una sonrisa sincera.

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⏰ Última actualización: Jan 17, 2018 ⏰

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