Capítulo VII

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El viento se filtraba con sutileza a través de la ventana del humilde dormitorio, removiendo las cortinas mientras Eleonor observaba con recelo la taza de té humeante frente a ella. Loki había preparado aquella infusión de yerbas, diciendo que con sólo una taza bastaría para curarla de su fiebre en cuestión de minutos, aunque ella lo dudaba. Además de que en su preparación había utilizado aquellas extrañas yerbas que él llamaba «yehliz» y aseguraba tenían propiedades medicinales capaces de aliviarla. Sin embargo, ella temía que fuese a envenenarla, por lo cual se negaba a tomar el líquido del recipiente, pero los tortuosos estragos de la enfermedad la orillaron a no ser tan quisquillosa y finalmente después de pensarlo tanto, dio un pequeño sorbo analizando el color verdoso del té aún con desconfianza, hasta percibir el casi adictivo aroma dulzón que desprendía y terminó acabándoselo todo de un sólo trago.

Dejó la taza vacía sobre su buró y de un momento a otro el sopor se adueñó de sus sentidos, sumiéndola en un sueño profundo.

Habían transcurrido más de dos horas cuando Iteylefh y Loki regresaron.

Una vez dentro de la casa, Iteylefh se dirigió al comedor y depositó sobre la mesa la canasta que contenía los alimentos comprados en el pueblo. Tomó asiento en una de las rústicas sillas y recargó su codo sobre la mesa, apoyando su mentón sobre la palma de su mano, sin dejar de pensar en el baile.

—Eleonor está durmiendo, olvidé que era un efecto secundario del yehliz —dijo Loki, adentrándose al comedor.

—¿Desde cuándo sabes tanto sobre plantas medicinales? —preguntó Iteylefh, dirigiendo su atención hacia él.

—Humm, no lo recuerdo. Quizás desde que leí un libro relacionado con el efecto que causan ciertas yerbas al ingerirse —replicó, con una sonrisa en el rostro, sentándose en la silla vacía que se hallaba al lado de ella.

—Hay muchas cosas que no sé de ti... ¿algún día terminaré de conocerte por completo? —musitó, intrigada.

La sonrisa de Loki desapareció ante la posibilidad de que ella descubriese los secretos que él le ocultaba. Sin duda alguna nunca lo perdonaría por haberla arrebatado de los brazos de su padre y de su hogar si llegaba a conocer la verdad.

—¿Sucede algo? —inquirió, al ver la repentina seriedad de Loki.

—No, es sólo que últimamente no he descansado bien a causa del insomnio —repuso el ojiverde, excusándose al mismo tiempo que se masajeaba las sienes con los ojos cerrados.

Iteylefh lo miró de forma inquisitiva, elevando una ceja.

—¡Nunca me había sentido mejor! —exclamó Eleonor, inesperadamente desde el umbral de la puerta—. Esa siesta me vino bastante bien, además de que el té estuvo magnifico.

Ambos se giraron al escucharla y automáticamente Iteylefh sonrió, levantándose de su asiento para acercarse a ella, dispuesta a hablarle de una vez por todas sobre el baile.

—Me alegro de que te sientas mejor ahora, porque hay algo que necesito contarte —dijo Iteylefh, surcando una sonrisa aún más amplia en su rostro mientras jugueteaba con un mechón de sus largos cabellos rubios.

Eleonor la miró de forma inquisitiva con actitud dubitativa y balbuceó un par de palabras ininteligibles antes de contestar.

—¿Qué es?... ¿sucedió algo? —interrogó, estrechando sus ojos en dirección hacia Loki y luego hacia ella.

—Niccolás me invitó a un baile que su familia está organizando para celebrar las buenas cosechas de sus tierras, pero no tengo con quien ir. Y me gustaría que tú seas la persona que me acompañe —replicó Iteylefh, con un destello de ilusión en la mirada.

Principe del engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora