I. Intentarlo u olvidarlo (Jack)

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Al despertar en su gran apartamento en California, se levantó costosamente de la comodidad de su cama para ir al baño y tomar su ducha diaria. Hacía menos de un mes se había mudado a Los Ángeles para trabajar en la empresa de su tío. Salió del baño con una toalla enroscada a su cintura, y con otra se revolvía el cabello.

Cuando salió del baño, todavía estaba adormilado, y tropezó con una de las cajas de la mudanza. En ella había trofeos del futbol y el anuario de la secundaria a la que iba, y en donde conoció a la persona que dejó una huella en su vida, la que, a causa del castaño, pasó a ser una mala cicatriz.

Tomó el viejo anuario entre sus manos, para darle una ojeada a los viejos recuerdos que estaban llegando al borde del acantilado del olvido, excepto uno. Pasaba las hojas con tal lentitud, que se retrasó demasiado para salir al trabajo y aún no lo había acabado.

Se vistió con una fresca camisa blanca, unos pantalones negros y un saco de vestir del mismo color; se colocó unos zapatos de cuero negros y acomodó muy poco su cabello. Buscó a tientas su maletín debajo de la cama y en él guardó el viejo y gran anuario.

Corrió escaleras abajo, ya que el ascensor tardaba en llegar, y al salir del gran edificio, se acercó al borde de la calle para llamar un taxi. El primero que pasó lo ignoró por completo y siguió su camino; el segundo paró frente a él, pero había un anciano esperando a tomarlo. Bufó cuando vió al taxi irse, y minutos después, llegó el tercero, al cual si pudo subirse. Le dió la dirección al chofer y este arrancó hacia el lugar pedido.

Jack iba sentado en la parte trasera del automóvil, acomodando algunos papeles que llevaba en el maletín. Sacó el anuario y repasó la portada con los dedos lentamente, milímetro por milímetro, hasta toparse con una de las esquinas que estaba destrozada.
Recordó con todo detalle el momento en el que la esquina de ese anuario se había destrozado. Ese día se había topado con Finn por primera vez; habían chocado y su anuario cayó al suelo.

El chofer alejó todas las ideas y recuerdos que se estaban haciendo presentes en la mente del castaño, para informarle que debía pagar diez dólares. Él con gusto pagó y se despidió del chofer. Corrió hasta estar dentro del ascensor, y luego marcó el décimo segundo piso y esperó a que las puertas se cierren para acomodar su ropa, ya que se había arrugado un poco en la carrera al elevador.

Pensó en volver a darle una ojeada más profunda a aquellas hojas del anuario que guardaron su adolescencia entre ellas.

Al llegar al piso, se dirigió a recepción y saludó a su asistente.

-Buenos días, Carol.-hizo un gesto con la cabeza.

-Llegas tarde...-dijo levantándose para seguir al joven empresario-otra vez. El señor Grazer se enfada cuando usted llega tarde, así que intente no volver a hacerlo.

-No prometo nada, Carol.-dijo entrando de espaldas a su oficina.

Arrojó su maletín a un lado de su escritorio y se sentó frente a este. Abrió el oscuro maletín de cuero en el que había guardado el anuario, y lo sacó para ponerlo sobre el mueble. Lo miró durante minutos, sin siquiera haber abierto la primera hoja.

Inquieto en su inestable asiento de oficina, comenzó a tamborilear los dedos sobre aquel viejo anuario de secundaria que guardó toda su vida, con el cual conoció lo que realmente significa amar. Dió media vuelta en su asiento, y fijó su mirada en un punto lejano a través del amplio ventanal que tenía a sus espaldas, para poder aclarar las ideas que se formaban en su mente como huracán.

Los recuerdos sobre el pelinegro comenzaron a llover en su memoria un mes después de su regreso a Vancouver, y ahora insistían en ser el primer plano de su mente. Los intentos por apartarlos eran inútiles; las reminicencias sobre aquel chico se habían intensificado con el paso del tiempo. La culpabilidad de haber hecho pedazos dos corazones, se hacía presente a cada momento luego de que el pelinegro se marchara.

El joven de veinte años, buscó el teléfono en su escritorio repleto de papeleo, tomó el tubo del teléfono y su agenda telefónica, para luego marcar el número de aquel chico de cabello ruloso que permanecía en su mente desde hace casi dos años. En su imaginación comenzaba a formarse un diálogo con el chico al que hirió años atrás, en el cual todo volvía a ser como antes.

Primer pitido; no hubo respuesta.

*****

Segundo pitido; no hubo respuesta.

*****

Quinto pitido; no hubo respuesta.

Cuando sonó el tercer pitido, pensó que llamar a un viejo amor de la adolescencia luego de dos años era algo estúpido e inmaduro, pero aún así no despegó el auricular de su oído.

-"Hola, soy Finn..."

El corazón del castaño paró en seco y luego dió un vuelco, para comenzar a latir el nombre de ese chico que abundaba en su mente desde hace tiempo; pero al oír la continuación del mensaje, dejó de latir por un instante, y volvió a hacerlo con más debilidad.

-"...deja tu mensaje."

La desilusión no tardó en hacerse presente en el veinteañero, y este soltó un leve suspiro. Se le hizo difícil reconocer esa voz adulta, pero no tardó en identificar que todavía tenía una pizca de la voz de un adolescente cansado de los estudios. Su mente estaba volando alto, pensando en aquel chico que dejó atrás, pero fue la voz del contestador la que lo trajo a la tierra otra vez.

-"Si desea dejar un mensaje, espere la señal"

Esa voz se hizo a un lado, cediendo espacio a los cinco segundos más difíciles y veloces en los que debía decidir entre intentarlo de nuevo... u olvidarlo todo.

*tiiiiiiiiiiiiiiiiiid*

-Hola, soy yo... Jack...-hizo una pausa y cerró suavemente sus ojos -. Me estaba preguntando si después de todos estos años, te gustaría que quedásemos, para analizarlo todo... Dicen que el tiempo cura-suspiró-, pero no ha curado mucho. Estoy en California-sobó su entrecejo con dos dedos y continuó con su breve monólogo-, recordando lo que solíamos ser cuando éramos jóvenes... Debí de haberte llamado un millar de veces, para decirte que lo siento,
por todo lo que he hecho... Al menos puedo decir, que he intentado decirte
que lamento haberte roto el corazón.
Pero no importa-hizo una breve pausa a sus palabras-,evidentemente ya no es algo que te haga polvo. Llámam...

*tiiiiiiiiiiiiiiiiiid*

Sonó el pitido que anunciaba la finalizacion de el mensaje con el que volvería a intentarlo todo. Obviamente, el tiempo dado no fue suficiente para todo lo que tenía que decirle.

-¡Mierda!-exclamó colocando el tubo en el soporte bruscamente.

Se reclinó en su asiento y colocó su antebrazo derecho sobre sus ojos. Oír otra vez la voz de la persona que le enseñó a amar fue algo muy grato para el castaño que quería volver a empezar de cero con el candiense, aunque las posibilidades sean nulas.

Se regañó a si mismo por esperar tanto tiempo en marcar el número de ese chico que invadía su mente desde hace ya dos años. Maldijo entre dientes al pelinegro que no respondió a la llamada de un estúpido idiota que no sabe cómo olvidar aquello que lo hizo feliz en su adolescencia.

Can we try again? [fack]  //CANCELADA//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora