Capítulo 5

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El ruido de la televisión se mezclaba con el de las voces, Felipe y su cuñado charlaban mientras los niños terminaban de ver un programa de televisión.

―Niños, ya deberían estar en la cama, mañana hay colegio ―regañó María.

―¡Mamá!, ya vamos ―dijo el mayor.

―Venga, hacer caso a mamá, sino mañana no hay quien los levante. ―Alejandro acompañó a María a acostar a los pequeños.

Arturo le dio un beso a su padre y los siguió, cuando regresaron los mayores al salón se encontraron a Felipe recostado contra el respaldo medio dormido.

―Hermano, tu también deberías acostarte, entre el viaje y todo el trajín debes estar agotado.

Felipe se levantó y estiró los brazos hacia atrás para intentar relajarlos un poco, sentía la tensión por el cansancio acumulado. Esperaba mañana ver a su madre y aprovechar para hacer algunas visitas. Al final de la semana regresaba a Barcelona y por primera vez se llevaba a Arturo a su casa, algo que no podía evitar ponerlo un poco nervioso.

―Tienes razón pequeña, estoy molido. Mañana hablamos con más calma cuando los niños se marchen al colegio. ―Se acercó a María y le dio un beso―. Buenas noches cuñado.

―Que descanses, Felipe.

Ya en la habitación, María se preparó para dormir y cuando se metió en la cama, le preguntó a su marido:

―¿Ale, notaste como se ponía Felipe nervioso cada vez que Arturo le hablaba del viaje a Barcelona?

―Sí, lo noté. Pero creo que es algo normal, es el primer viaje, además esta Javier y me imagino que delante del niño disimularan.

―Eso me dijo Felipe, que era mejor que Arturo pensara que simplemente eran dos amigos compartiendo apartamento. Con el tiempo el niño crecerá y será más sencillo hablarle del tema.

―Creo que es lo mejor, para el niño han sido meses de muchos cambios, y muchas verdades ―opinó Alejandro.

―Así es, mi amor. ―María se acurrucó a su marido y le dio un beso profundo, el cual, encendió la chispa del deseo que los atrapó a ambos.

 

 

Las chicas se acercaron a saludar a los hombres, Pilar aunque lo disimulaba con su frialdad habitual, estaba muy nerviosa.

―Buenas noches, Paolo ―saludó y luego se giró hacía Mario―. Buenas noches. ―Sus miradas se encontraron y se desafiaron mutuamente.

―¡Pilar, que agradable sorpresa! No me había dado cuenta que estabas con esas chicas ―comentó Paolo para romper el incomodo silencio.

―No te preocupes, yo tampoco me había percatado hasta hace un momento ―dijo girando hacia Paolo―. Quiero aprovechar para presentarles a mis amigas: Rocío, Lola, Pepa y Auxi ―nombró mientras las iba señalando una a una.

A lo que Paolo contestó presentando a su hermano Bruno, y enseguida todos estaban hablando amigablemente. Mario respondió a las presentaciones, pero apenas si seguía la conversación. Se levantó para dejar su asiento a Auxi y con esa excusa se colocó justo detrás de Pilar.

Mientras todos los demás charlaban, él se acercó más a ella y le susurró cerca del oído:

―Buenas noches, diablilla… perdona que no te contestara antes, pero es que estaba disfrutando de las vistas. ―Su aliento rozó la oreja de Pilar, lo cual provocó que todo su cuerpo se estremeciera.

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