Madrid, marzo de 1997
El día amaneció soleado en la capital, el aire empezaba a oler a primavera, Pilar se despertó temprano como todos los días, y se preparó un café mientras contemplaba las calles de Madrid por la ventana de su apartamento. Aún se sentía extraña al no tener compañeras de piso, sus amigas Lola y Rocío se habían unido a su aventura, y las tres se vinieron a vivir a Madrid hacía casi cinco años; pero ellas se enamoraron y se casaron una detrás de la otra, dejándola sola. Así llevaba dos años, viviendo sola, lo que por un lado era bueno, porque podía traer a cualquier hombre a casa, y por otro no tan bueno, sobre todo cuando las extrañaba como en ese momento.
Terminó de tomarse el café y vio la hora, aunque era sábado siempre se despertaba temprano. Se dirigió a su cuarto, y antes de entrar al baño para darse una ducha, se detuvo al lado de su cama.
―Leo, despierta. ―Lo sacudió por el hombro para despertarlo―. Venga, guapo, que ya es de día y yo tengo cosas que hacer ―dijo mientras lo zarandeaba.
Él se removió en la cama medio gruñendo, y abrió los ojos para encontrarse con los de Pilar que lo miraban con cara de pocos amigos.
―Pili reina, que es sábado, porque no vuelves a la cama y jugamos ―insinuó sonriendo.
―Puede que sea muy tentadora la invitación, pero resulta que tengo un compromiso para comer y no me gusta llegar tarde. Así que lo dejaremos para otro día, levántate si quieres usar el baño, si no, te vistes y te marchas.
Refunfuñando Leo se levantó gloriosamente desnudo, cosa que Pilar aprovechó para admirar; él recogió su ropa esparcida por el suelo y entró en el baño. Mientras esperaba a que terminara, Pilar se puso a airear la cama y abrió la ventana para que entrara aire fresco en la habitación. Leo apareció vestido y con la cara despejada, la abrazó por detrás y empezó a darle pequeños besos en el cuello.
―Eres muy dura, mira que despertarme a estas horas, después del trasnocho ―murmuró sobre su cuello.
―Mira Leo, lo hemos pasado muy bien juntos, pero no te equivoques, yo decido cómo, dónde, y hasta cuándo.
Se separó de él y lo miró fijamente, no le gustaban tantos arrumacos por parte de los tíos. Ella era pragmática, cuando le echaba la mirada a uno iba a por él, lo pasaban de lujo y cada uno por su lado, si quería, volvían a repetir, si no, puerta.
―Eres muy fría, todo un contraste a cómo eres en la cama ―afirmó.
―Esa soy yo. Y ahora te agradecería que te marches, que se me va ha hacer tarde, y odio la impuntualidad.
―¿Me llamarás?
―Quizás, nunca hago promesas que no pueda cumplir.
Lo acompañó a la puerta y se despidió de él, al volver a su cuarto cogió su bolso y sacó la tarjeta donde había apuntado su número de teléfono. «Una lástima que sea un pesao, con lo guapo que es, al menos será un lindo recuerdo», se dijo Pilar mientras rompía la tarjeta.
Un sonido estridente lo sacó de un profundo sueño, Mario cogió la almohada y se tapó la cabeza para dejar de escuchar el molesto timbre del teléfono. Le martilleaba el cráneo, anoche se había pasado de copas, y ahora, solo pensaba en dormir hasta recuperarse.
Al parecer alguien tenía otros planes para él, maldiciendo se levantó completamente desnudo y se dirigió al salón, contestó de mala manera.
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SOLAMENTE TÚ
RomanceLa segunda novela de la serie TÚ, la historia de los hermanos Alcalá. Mario Alcalá era un hombre que disfrutaba de la vida sin complicaciones, traicionado en el pasado, no quería compromisos con ninguna mujer. Pero su vida sufrirá un giro de 360 gra...