Capítulo 9

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Como todos los domingos, los Alcalá se reunían para almorzar, el tema de conversación de ese día era la boda de Paolo y Carmen, los preparativos se comentaban con ilusión, y todos estaban deseando que ese gran momento llegara.

Los padres de Carmen también habían asistido a la comida, estaban encantados de participar y disfrutar de unos momentos tan familiares entre gente cariñosa, como lo era la familia de Paolo. Para ellos toda la situación por la que su hija tuvo que pasar fue muy dura, sobre todo, porque sentían que de alguna manera le habían fallado al no darse cuenta de nada.

El mes de abril se presentaba con una temperatura agradable en Madrid, algo poco habitual en esas fechas. Los más jóvenes decidieron salir a la terraza y tomar allí el café, mientras los abuelos se quedaban dentro con los pequeños.

―¿No les parece raro que Mario no haya venido a comer? ―preguntó Sabrina a todos en general.

―Pues no, sobre todo si salió de marcha anoche ―respondió Paolo.

―Lo sé, pero últimamente siempre invita a Bruno cuando sale, y anoche no lo llamó.

―A lo mejor era una fiesta privada, hermanita.

―¿Privada? ―indagó confusa.

―Sabi, se refiere a algún ligue ―especificó Bruno.

―¡Ah! Esa clase de marcha ―dijo con el ceño fruncido―. No pierde oportunidad el niño.

―Pues hace bien, no tiene que darle explicaciones a nadie, es libre y sin compromisos. Si no aprovecha ahora, cuando lo va a hacer ―opinó Carmen.

―Sé que tienes razón, pero tengo ganas de verlo enamorado y con pareja ―explicó Sabrina.

―Ya hablas como la mamma, por favor hermana que Mario es joven ―indicó divertido Paolo.

―Lo sé, idiota, pero eso no quita que quiera verlo con pareja.

―¿A quién estás buscándole pareja, Sabi? Pobre de él ―soltó Mario nada más entrar―, ¿es que ahora piensas meterte a casamentera? ―bromeó.

―¡Vaya! Has llegado para la sobremesa, ya no pensábamos que fueras a venir. ―Sabrina se levantó y le dio un beso―. Y contestándote a lo de antes, debo decirte que el pobre tipo eres tú.

―¡Cómo! Mira Sabi, espero que sea una de tus bromas, no estoy dispuesto a aguantar que me estés presentando mujer tras mujer. No necesito ayuda para conocer mujeres… esa, mejor se la ofreces a Bruno, él sí que está necesitado de orientación.

―¡A mí no me metan en vuestros líos! ―exclamó el aludido.

Todos empezaron a reír por la cara de susto que tenía Bruno en esos momentos. Mario pasó la tarde metiéndose con su hermana pequeña, y con sus hermanos; algo habitual en él, pero todos lo notaron exultante, se podría decir que hasta feliz.

―Se puede saber a qué se debe tanta alegría, acaso te ha tocado la lotería ―señaló Paolo.

―No digas tonterías, solo estoy bien. El fin de semana ha sido fantástico y me siento contento ―comentó sin más Mario.

―Por cierto, ahora que te veo, me gustaría que te pasaras mañana a primera hora por la oficina antes de ir a la obra, necesito que mires los planos de un nuevo proyecto ―explicó Paolo.

El resto del grupo empezó a hablar de la despedida de solteras y solteros que pensaban organizar, mientras los hermanos hablaban de trabajo.

―Antes tengo un compromiso, cuando termine me paso o te llamo. Depende de lo que tarde.

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