PRÓLOGO

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PRÓLOGO

Málaga, 1978

 

—¿Dónde está mi gitanilla hermosa? —preguntó Andrés entrando por la puerta de su casa—. Pilar, muñeca, luz de mis ojos, ven con papá.

Andrés se detuvo frente al enorme espejo de la entrada, se miró de arriba abajo y sonrió complacido.  Era guapo y siempre iba de punta en blanco, para él era muy importante estar siempre bien vestido, realzar sus mejores rasgos. Pero sobre todo, rodearse de cosas bellas, porque pensaba que era lo menos que se merecía.

Su mujer Perla, era como su nombre, hermosa como una perla, delicada y tímida; aunque últimamente se estaba abandonando. Andrés la había elegido de entre todas las mujeres de sus alrededores, él se merecía lo mejor, siempre lo mejor. Y ella lo había complacido en estos casi 12 años de matrimonio, pero ahora, quien lo tenía encandilado y a quien lucía orgulloso por la plaza la Merced, era a su querida Pilar.

Su hija fue un regalo maravilloso, una combinación perfecta de su madre y él. El único fallo era que había salido con un carácter endemoniado y muy aficionada a leer y estudiar. Andrés no entendía por qué tenía que preocuparse por estudiar, si con su belleza podría conseguir lo que se propusiera.

Dejó de contemplarse y continuó hacía el salón, le extrañó que Pilar no fuera a su encuentro. Al entrar se encontró con su mujer, cada día estaba más apagada, el abandono había mermado su belleza, y a él ya no lo atraía para nada. Hacía tiempo que no la invitaba a salir, no quería que nadie lo viera junto a una mujer tan dejada, «una verdadera lástima», pensó.

—¿Dónde está mi gitana?

—En casa de su amiga Rocío. Tienen que terminar un trabajo para el colegio —respondió Perla mirándolo con indiferencia.

Andrés frunció el ceño molesto, su hija estaba creciendo con rapidez, ya tenía diez años, y pronto dejaría de ser su pequeña.

—Cuando llegue dile que me busque en la sala de pintura, voy a trabajar un rato. —Se giró y cuando iba a salir miró a su mujer por encima del hombro—. Por cierto, a ver si te arreglas un poco, cada día estás más descuidada.

Se fue sin esperar replica de su mujer, está al verlo marcharse empezó a llorar desconsolada. No soportaba ver como lentamente iba minando su confianza y su autoestima. Desde hacía tiempo que había pasado de ser lo mejor en su vida, a ser solo un cero a la izquierda.

—Mamá, no llores más, por favor —susurró Pilar, que había presenciado la escena entre su padre y su madre.

—No te preocupes Pili, cielo, no es nada. Ve a ver a tu padre al estudio, te está esperando.

—No quiero ir, mamá. Solo quiere que me siente a posar para sus estúpidos cuadros. No le interesan las cosas que le digo, ni le interesan mis notas… no le importo. Solo me quiere para usarme de modelo, y alardear delante de sus amigos… ¡Estoy cansada! ―gritó furiosa, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

―Cariño, has un esfuerzo, tu padre te adora, a su manera, pero te quiere hija ―comentó Perla abrazándola contra su pecho.

―Lo haré por ti, solo por ti, mamá. ―Se secó las lágrimas con el pañuelo que le dejó su madre.

Pilar fue a regañadientes al estudio de su padre, nada más entrar, Andrés se acercó a ella y le dio un beso.

―¿Cómo está mi gitanilla hoy?

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