El calor de un cuerpo pegado al suyo lo despertó, muy despacio abrió los ojos y miró a su derecha, enroscada a su pecho estaba Pilar, lo abrazaba con brazos y piernas, como si no quisiera separarse de él. Mario no pudo evitar sonreír al verla así, mientras dormía parecía vulnerable, nadie podía imaginar la fiera que se escondía detrás de ese semblante dulce.
Con cuidado de no despertarla, se desplazó hacia la orilla de la cama, se sentó y antes de levantarse, volvió la mirada para observarla otra vez. Era muy hermosa, nadie podía negarlo, pero a él no solo lo atraía su físico, sino también su inteligencia, su carácter explosivo y apasionado. Hacía mucho tiempo que no sentía nada de eso por una mujer, cosa que lo asustaba a muerte.
Se levantó completamente desnudo y fue al baño, se miró en el espejo y el reflejo le devolvió un rostro con la barba de un día, ojeras y sobre todo, con una mirada angustiada. No se reconocía en esa mirada… él, que nunca se preocupaba, que siempre vivía el día a día, que todo era una fiesta sin complicaciones.
―¿Y ahora qué? ―le preguntó a su imagen en el espejo.
Se lavó la cara y el cuello para refrescarse, luego salió del baño y sin hacer ruido caminó hacía la ventana del dormitorio. Descorrió la cortina y miró el cielo iluminado por la luna.
Sabía que no podía seguir así, tenía que hacer algo… pero qué. Esa niña, Valeria era su nombre, ¿sería en verdad su hija? ¿Sería capaz de no hacer nada? No, definitivamente no lo sería. Esa pequeña no tenía la culpa de nada, era un ser inocente que además acababa de perder a su madre.
Mario tomó una decisión, conocería a la niña y se haría la prueba de paternidad, pero necesitaba el apoyo de su familia, así que hablaría con todos. Una vez decidido, su cuerpo se relajó y él regresó a la cama junto a Pilar. La abrazó desde atrás acurrucándose en su calor, cerró los ojos y se quedó dormido pensando que dentro de unas horas empezaría un nuevo día, un día que quizás cambiaría su vida para siempre.
Mientras tomaba su café de la mañana y terminaba de leer el artículo del periódico; una avalancha de recuerdos, se agolparon en la mente de Carlos Berrocal junto a los remordimientos que lo acompañaban desde hacía tantos años. Ezequiel Lizardi había comprado ese antiguo hotel y lo estaba reformando, llevaba clavada en su alma a Clara, al igual que él…, pero la diferencia estaba en que él había sido un egoísta.
Cerró los ojos sintiendo el mismo dolor al pensar en la bella Clara, el amor que sintió por ella lo cegó, impidiendo que aceptara que ella no lo correspondía. A lo largo de los años siempre maldijo el día que Ezequiel se cruzó en el camino de ella, ese día todo cambió.
―Abuelo, ¿Qué te pasa?
―Nada hijo… achaques de viejo ―contestó.
―Últimamente estás muy raro. ―Su nieto se sentó junto a él y le tomó la tensión―. Te noto acelerado.
―No es nada doctor ―dijo risueño.
―Siempre dices lo mismo, pero debes cuidarte y hacer lo que te digo.
―Lo hago hijo, lo hago… no me pasa nada, es solo la melancolía que traen los recuerdos del pasado.
―Abuelo, esos recuerdos te alteran y no es bueno para tu salud ―explicó su nieto―. Por qué no me cuentas qué te atormenta ―Lo miró con cariño y preocupación. Su abuelo era como un padre para él.
―Tranquilo, hijo, tranquilo… ―Le dio unas palmadas cariñosas en el hombro y miró por la ventana del salón hacia el jardín, los recuerdos regresaban con mucha nitidez, tanta que parecía que habían ocurrido ayer mismo.
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SOLAMENTE TÚ
RomanceLa segunda novela de la serie TÚ, la historia de los hermanos Alcalá. Mario Alcalá era un hombre que disfrutaba de la vida sin complicaciones, traicionado en el pasado, no quería compromisos con ninguna mujer. Pero su vida sufrirá un giro de 360 gra...