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Si un año atrás le hubieran dicho que algún día estaría besando a Izuku tan consternado como lo estaba ahora, habría molido a golpes a alguien. A Izuku, probablemente.

Ahora, centrado en respirar y besar, acaricia con cuidado la figura del muchacho, tratando de no pensar que, de hacerlo con un poco más de fuerza, todo se rompería.

—Kacchan...

Izuku le devuelve la cordura, por poco, haciéndole ver que le necesitaba completo y ahí, besándole entre lágrimas que volvían los besos salados y tristes, ladeando el cuello para que Katsuki hiciera suyo ese espacio entre el cuello y el hombro que siempre gustó escarbar con su lengua y calentar con su aliento.

Izuku también está mal, pero, apegado a la realidad se aferraba a tomar todo lo que pudiera antes de partir.

Y tomar todo se refería a por fin hacer comunión con el enclenque mocoso que le seguía por el campo, el idiota que levantaba la mano todo el tiempo y el complaciente muchacho que se dejaba hacer, sin queja alguna, lo que se le antojaba cuando estaban solos y frustrados.

Y aunque le hubo partido el corazón cuando se dio cuenta de que él tenía razón y realmente era verdad que todo se había ido más allá de lo que era sano compartir, admite para sí que no hay otra cosa que más quiera que estar con él.

Sin embargo eso no puede ser posible.

Le llegó el llamado esa mañana que dice que deberá partir al día siguiente. Debería estar feliz, se dice, porque ha esperado por ello desde que se enlistó. Debería estar feliz, se dice, porque era todo lo que había soñado...hasta ahora.

Porque ahora sólo sueña con una cosa y es estar con el médico.

Y hará lo posible por hacer realidad ese nuevo sueño y disfrutar ese momento tanto como le sea posible en donde el mundo es perfecto hundiendo los dedos en la cadera de Izuku, lamiendo de sus labios las palabras que no quiere oír pero que se repten en su cabeza.

Debe partir al amanecer y sólo le queda media noche para disfrutar con gentileza lo que más de una vez ha tomado casi a la fuerza.

Es su última oportunidad, por ahora, de acariciarse con la devoción con la que no lo hicieron en la vida y no lo harán en mucho tiempo.

—No quiero decir que te extrañaré...pero lo haré. —Dice Izuku. Sus ojos verdes más firmes de lo que jamás lo vio Katsuki.

—Cállate —murmura. Sus palabras igual de afiladas y sin embargo no hieren como cuchillos.

Las manos más ocupadas en recorrer rincones que tienen las marcas de cuando fueron recorridos con uñas y dientes, redescubriendo lo mismo de una manera diferente, con una calma que jamás tuvieron y probablemente jamás tendrán.

Y aunque Izuku no mire al reloj, sabe que el tiempo pasa rápido y debe decir las cosas ahora o se quedará sin decir nada, arrepintiéndose toda la vida.

—Te amo —anuncia con voz cortada por los besos en su cuello, justo donde Katsuki ha aprendido que le gusta —. Te amo.

Katsuki quiere decir que lo sabe, pero sería redundante e inútil, prefiere permanecer con los labios pegados a su piel, intentando grabar con fuego su presencia en ese cuerpo que le ha pertenecido aún desde antes de saberlo.

Sus manos bajan por la cintura, avergonzado de lo ásperas que deben sentirse contra la piel de su cadera, pero la urgencia es más que su sentido de pudor. Se quema por tenerlo desnudo en ese pobre catre de la academia, despidiéndose de él su piel plegada con la suya, mas es Izuku quien le despoja primero de su ropa, poco a poco y sin darse cuenta, dejándole descubierto y vulnerable.

Tiene la piel y los sentimientos expuestos.

Y a pesar de no haber dicho aún que lo ama, sabe que Midoriya comprende su idioma e interpreta todo como es.

Izuku se desviste para él, dejando caer con lentitud el uniforme que lo hace un soldado para quedar desnudo como humano.

Un humano que le trepa despacio, tomando por primera vez la decisión de montarle para dejarle hacer todo el trabajo de amarle. Y Katsuki quiere tenerle así por siempre, mirándolo sobre él esperando que el amanecer recorte su figura contra el sol anunciando que todo lo que sigue estará bien, a pesar que no es así. Porque es de noche y puede ver el dolor del médico mientras lo introduce a su cuerpo. Es de noche y el sol no saldrá recortando poéticamente su figura contra el sol y no sabe si el mañana llegará o será otra mentira que deberá decir.

Mientras Izuku le monta, moviéndose de a poco y con sus propias manos apretando los huesos de su cadera, siente que debe aferrarse a él porque el futuro no es una certeza y justo ahora es cuando más vivo quiere sentirse.

Porque las caricias que le da le hacen sentirse más vivo. Que no quiere partir y si se va, regresarse ya mismo. Tiene el sentimiento atrapado entre los besos que se roban mientras se mueven al mismo tiempo, intentando compensar todos los que no le dio y todo los que no le dará.

Irremediablemente piensa en todo lo que no hizo, en todo lo que no dijo y en todo lo que soltó de más.

—Volveré —le dice, sólo para no decir Te amo.

E Izuku sabe que es así. Tanto el te amo como el que volverá.

Se aferra al sonido de sus caderas húmedas al chocar para evitar decir que le esperará. Es vano decir lo que ya se sabe. Por ello aumenta el ritmo a pesar de que no quiere que eso se acabe.

La sirena que anuncia el primer anuncio de que deben volver a sus habitaciones hace un eco lejano avisando que se apuren, que la despedida se acabó. Y ambos aumentan el ritmo, sin importar el sonido del catre golpeando contra la pared mientras ellos se mesen.

Y Katsuki no lo dirá, así que es Izuku quien llena la habitación de "te amos" que mañana serán lejanos y luego de eso serán distancia.

—Te amo —Anuncia el médico mientras se derrama sobre su estómago, bajando el ritmo. El soldado contesta vertiéndose en su interior.

—Volveré — repite mientras se visten y se lo dice mientras se despiden.

Y el volveré es el eco de lo único que Katsuki quiere hacer ya.

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