Recuerdo despertar con el olor del café recién hecho a las 7:30 de la mañana.
Una taza caliente esperando por mi sobre la mesa de noche.
Una hermosa mujer besando mi frente mientras me desea los buenos días.
La música llenaba cada rincón de mi pequeño departamento desde las 6:00 am, lo recuerdo a la perfección. Música maravillosa.
Aún puedo escuchar la voz de Elise haciéndole coros a Israel Kamakawiwo'ole con Over the Rainbow mientras tomábamos el desayuno, o pidiéndome silencio mientras se dejaba llevar por alguna pieza de Bach.
Las mañanas solían ser mi momento favorito.
Sin importar las circunstancias, Elise estaba enérgica y lista para sacarme una sonrisa, hacerme iniciar mi día de buen humor. Nunca pude comprender cómo era posible para ella estar animada a las seis de la mañana.
Fascinante. Mi mujer hacía de todo un acontecimiento fascinante.
Recordar esos días es lo que me impulsa a seguir abriendo los ojos.
Pensar en verla de nuevo.
Verla reemplazar al sol. Compartir una taza de café.