Capítulo 8

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Harry sostuvo el cuerpo inerte de Louis en la silla. No era cómodo, pero Louis parecía no tener control sobre sus extremidades y poca conciencia de dónde estaba o siquiera quién era. Harry no podía permitir que le ataran a una silla de montar como un muerto, por lo que montó con él delante.

Joe y Cody los saludaron cuando entraron en el patio principal, corriendo para ayudar a desmontar a Louis cuando se dieron cuenta que estaba inconsciente. El caballo de Louis les había avisado, alertándolos que algo había ido mal. Un vehículo de la policía y una ambulancia ya estaban en camino, aunque Joe confesó que todos habían pensado que Louis se habría caído de su caballo.

Louis era un peso muerto en sus manos, y tuvieron que llevarlo a la casa juntos. Annie corrió a su camioneta y sacó la bolsa bien surtida que llevaba con ella a las llamadas, y luego los siguió.

Harry estaba en el patio, aturdido y mirando a la puerta principal abierta.

—¿H?

Se volvió hacia su padre.

—Ya te desmoronarás más tarde, ¿me oyes? Tu hombre salvó a mi niñita hoy. Entra ahí y se fuerte por él.

Harry parpadeó, y luego asintió. Se dirigió hacia la casa, poniendo un pie delante del otro. Era la única manera que podía funcionar.

Los chicos habían colocado a Louis sobre uno de los sofás de la sala. Annie estaba comprobando su pulso y la presión arterial.

—No entiendo por qué estaba aún consciente —le dijo a Harry cuando se dio cuenta de que estaba allí—. Ese dardo debería haberle dejado inconsciente incluso antes de que pudiera disparar un tiro, mucho menos vaciar su cargador. Y todavía está parcialmente consciente, incluso ahora. No lo entiendo.

Harry asintió y pasó la mano por la frente de Louis, y luego se inclinó para besarla.

—Tiene reacciones extrañas. Dos tylenol le cargan como un chute de energía de cinco horas. El benadryl le hace enfermar. El vicodin le hace dejar de respirar.

—¡Cristo, no hay forma de decir cómo va a reaccionar a esto! Sé que se sacó el dardo; tal vez no recibió una dosis completa. Tal vez golpeó hueso. Ábrele la camisa, vamos a ver donde le dio.

Harry sacó su cuchillo y puso la hoja en el cuello de la camiseta.

Louis levantó la mano y le agarró la muñeca. Annie gritó y dejó caer su estetoscopio.

—No me cortes la camiseta.

—Jesús, Louis, ¿estás despierto? —Harry tiró el cuchillo al suelo y cayó de rodillas a su lado.

—Odio Texas —dijo Louis sin abrir los ojos.

—¿Por qué sigue diciendo eso? —preguntó Mark desde la puerta donde estaba observando.

—¡Obviamente, odia Texas! –espetó Harry—. ¿Por qué no? ¡Sigue tratando de matarlo!

La cabeza de Louis colgaba a un lado.

—¿Louis? —preguntó Annie mientras se inclinaba más cerca—. ¿Puedes oírnos?

Louis gimió.

—¿Cariño? —susurró Harry. Apoyó la barbilla en el sofá, dejando que la nariz tocara la de Louis. Cerró los ojos y apoyó la mano en su mejilla—. ¿Estás ahí?

—Me siento raro, Harry.

Harry luchó contra un sollozo de risa y pasó la mano por el cabello de Louis.

R&E (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora