Louis dormitaba en el sofá, tratando de recuperarse de su viaje a Texas, mientras Harry hacía lo que demonios fuera que Harry hacía cuando Louis no estaba prestando atención.
Era vagamente consciente de su entorno, no del todo cómodo con los sonidos desconocidos. El ventilador en el alto techo, la secadora zumbando en la cocina, los pasos ocasionales de Harry en los pisos de madera que crujían. Una pequeña respiración tranquila.
Entreabrió un ojo.
A sólo pulgadas de su nariz había un par de grandes ojos marrones. Estaban acompañados por largas pestañas oscuras y rizos que enmarcaban la cara de un querubín. Dicha querubín llevaba un vestido amarillo, lazos rojos en el pelo y zapatos rojos. Le estaba mirando fijamente, con las manos entrelazadas detrás de la espalda mientras giraba los hombros hacia atrás y adelante.
Louis la miró otro momento, desconcertado.
—Hola —dijo, la voz aún ronca por el sueño.
Ella le dirigió un ceño que le resultaba familiar. La sobrina de Harry tenía tres o cuatro años si lo recordaba correctamente.
—Eres un extraño.
—Tienes razón. —Louis descruzó los brazos donde los había envuelto alrededor de su pecho y extendió la mano rota hacia ella—. Soy Louis. ¿Eres Sadie?
Ella asintió con la cabeza, todavía desconfiada.
—Encantado de conocerte.
—Soy una princesa.
—¿De verdad?
Ella se acercó y se inclinó sobre él, clavando los codos afilados en su pecho. Él se quedó sin aliento. Estaba tan cerca que casi tuvo que ponerse bizco para mirarla.
—Soy una princesa y tengo un poni.
—¿Ah, sí? —Louis miró a su alrededor, tratando de encontrar un adulto que pudiera ser responsable de esta niñita, aparte de él. No había ninguno. Volvió a mirar a la sobrina de Harry, desconcertado por su repentina aparición. ¿Cuánto tiempo había dormido?
—¿De qué color es tu poni?
Una mueca apareció en su rostro.
—Es un poni rosa. —Comenzó girando un rizo alrededor de un dedo.
—¿Un poni rosa? ¿Estás segura?
—Lo he vuelto rosa con mi varita.
—Ah, ya veo.
—¿Sabes montar un poni?
—No. ¿Sabes tú cómo montar un poni?
—¡Sí!
Louis miró hacia el banco de ventanas y más allá del porche, tratando de encontrar a Harry. Y allí estaba su compañero, apoyado en la barandilla y sonriéndole a través de la ventana. Junto a Harry había una mujer delgada parecida a él, con sonrisa a juego y todo.
—¿Quieres verlo?
Louis volvió su atención a Sadie.
—En realidad no, no. —Bajó la voz a un susurro confidencial—. Los ponis me asustan.
Sus ojos se abrieron como platos.
—¿Te asustan los ponis?
—Mucho.
—Va a estar bien, no tengas miedo. —Le acarició el rostro, sus pequeños afilados dedos casi se le clavan en un ojo. No podía apartarla así que los cerró para protegerlos. De repente, ella le tomó su rostro entre las dos pequeñas manos y tiró hasta que estuvieron nariz con nariz—. ¿Quieres jugar conmigo? —preguntó, su voz llena de esperanza y los ojos muy abiertos.