Harrison Styles no estaba haciendo ningún trabajo duro mientras paseaba a través de los establos. Su cuerpo aún no estaba listo. Pero le gustaba el olor de los graneros: el heno y el cuero, los caballos y la madera. Le traía paz en un mundo que se había vuelto loco. Los hombres estaban tratando de matarlo, leones y tigres vivían al lado, su esposa estaba en pie de guerra, y su hijo había traído a casa al hombre que amaba.
Cuando llegó al otro extremo de los potreros, se topó con Louis y Harry en el exterior de la puerta del granero. Louis estaba apoyado contra un poste mientras observaba a Harry lanzar la cuerda al cuerno de una silla de montar situado en la valla a tres metros de distancia.
Harry lanzó la cuerda que aterrizaba alrededor del cuerno una y otra vez. Estaba tratando de enseñar a Louis la técnica adecuada, pero Louis no miraba sus manos o su postura, o incluso la cuerda mientras volaba por el aire. Estaba observando el rostro de Harry.
—¿Estás listo para intentarlo? —preguntó Harry, sin darse cuenta de que tenían audiencia.
—No, muéstramelo una vez más.
Harry soltó un suspiro tolerante y asintió con la cabeza. Harrison resopló, por suerte no lo suficientemente fuerte como para llamar su atención. Este Louis Tomlinson tenía a Harry envuelto alrededor de su dedo. Era casi dulce. Y Harrison rara vez había visto a un hombre capaz de enfrentarse cara a cara con Anne y salir con vida, y mucho menos sonriendo. Cuanto más veía del hombre que había capturado el corazón de su hijo, más le gustaba. Y cuanto más veía a su hijo, más se daba cuenta de lo cerca que habían estado de perderle por completo. Incluso antes de su esposa muriera, Harry había sido un hombre frío y bastante distante. Había sido muy parecido a Anne. Ahora, sin embargo, había una calidez en Harry que Harrison nunca había pensado que vería.
Podría haber sido una coincidencia que Harry hubiera encontrado una nueva vida y a Louis al mismo tiempo, pero no creía mucho en las coincidencias.
Louis estaba fumando un cigarro delgado, lo sostenía en su mano izquierda. Se lo metió en la boca y se golpeó la escayola con frustración.
—Muéstramelo una vez más, luego, lo intentaré con la zurda. A menos que desees cortar esto.
Harry lo miró de arriba abajo y comenzó a hablar, pero se contuvo. Luego puso los ojos en blanco.
—Lo estás postergando.
—No lo estoy postergando. Estoy aprendiendo.
—Me estás tomando el pelo.
—¿No lo llamáis tomando la crin aquí abajo?
—Vamos, si no vas a intentarlo, te mostraré cómo ensillar el caballo.
Louis apuntó con su mano buena a las puertas del granero, donde Harrison estaba.
—No voy a volver allí con ese caballo.
Harry dejó caer la cuerda contra su muslo.
—Louis, los caballos no están conspirando contra ti.
Louis se cruzó de brazos y sacudió la cabeza.
—Él me mira. ¡Y me habla! ¡Y sabe que yo no sé lo que está diciendo!
Harry le miró fijamente.
—Bien. Creo que te ha dado demasiado sol.
Harrison se aclaró la garganta, incapaz de contener la risa.
Louis se sobresaltó y se enderezó, apartándose del poste.
—Hola, señor —dijo mientras apagaba el cigarro en el dril de los vaqueros.