Harrison desmontó y envolvió la rienda de su caballo alrededor de la barandilla del porche, luego sacó un gran sobre de papel manila de la alforja antes de caminar sobre los adoquines de piedra hacia la casa de invitados. Harry se mordió el interior del labio mientras miraba desde la ventana de la cocina.
Anne no había cambiado de opinión después del ataque al rancho, demasiado obstinada y demasiado orgullosa para admitir que podría haber estado equivocada. O la alternativa: que no creía estar equivocada en absoluto. Si Harrison apoyaba la decisión de Anne de sacarle del testamento y esencialmente de la familia... Harry se estremeció, ni siquiera capaz de pensar en aquello.
—Hey —dijo Harrison con voz ronca.
—Hey. –El muslo herido de Harry tiró mientras se mantenía en pie.
Harrison negó con la cabeza y extendió la mano para acariciar el hombro de Harry.
—Relájate, hijo —dijo.
Harry pensó que podría caer aliviado ahí mismo. Tragó saliva y asintió con la cabeza, dando un paso atrás para dejar entrar a Harrison en la casa.
Harrison se acercó a la mesa de la cocina y dejó caer el sobre en la misma.
—¿Estáis bien?
Harry miró hacia las escaleras.
—Sí. Louis cayó en la cama y se quedó dormido antes de que pudiera obligarle a quitarse las botas. Perdió mucha sangre.
Harrison frunció los labios, lo que hizo que el bigote se contrajera. Harry sonrió con cariño.
—¿Tienes un poco de tiempo? —preguntó Harrison.
—Tenemos una hora o más hasta que tengamos que ir a coger el avión.
—Me alegro de haber venido, entonces. Siéntate, H. Tenemos que hablar.
La aprehensión golpeó a Harry otra vez como un martillo. Se acercó a una de las sillas, cuidando su pierna.
Harrison se sentó frente a él, tamborileando con los dedos sobre la mesa.
—Estoy orgulloso de ti, hijo. Lo que hiciste fue condenadamente valiente.
Las palabras calentaron a Harry de pies a cabeza.
—Yo podría decir lo mismo de ti. Nunca me di cuenta de lo afortunado que era al contar contigo como un modelo a seguir.
Harrison levantó una ceja y el mostacho tembló de nuevo.
Harry sonrió.
—Gracias por enseñarme a mantenerme firme, papá.
—Los Styles tienen hierro en sus espaldas. Recuérdalo.
Harry asintió.
—Lo que tu madre ha hecho es una cosa terrible, H, y no voy a disculparla por ello. —Suspiró y sacudió la cabeza—. No es que le importe mucho lo que yo piense.
—Papá, ¿qué le pasó?
—Ella siempre ha sido una persona que veía las cosas en blanco y negro, H. O es bueno para el negocio, o no lo es. Debes recordar cómo era.
El dolor atravesó el pecho de Harry. Se acordaba. Había sido un mundo frío. Las únicas personas que habían sido capaces de ver a través de su propio exterior helado habían sido Becky y Louis. ¿Era su padre capaz de hacer lo mismo con su madre?
—¿Eres feliz, papá?
—Siempre lo he sido.
—Pero...