—¿Qué interés tiene el FBI en este caso?
—Ninguno —contestó Harry. Estaba sentado en el horno doble que servía como puesto de avanzada del sheriff en la zona de ranchos, luchando contra el impulso de dar un tirón a la corbata y usarla para limpiarse el sudor que le bajaba por el centro de la espalda. La antigua unidad de aire acondicionado de la ventana de la caravana no estaba haciendo nada para defenderse de las temperaturas de verano de Texas.
El sheriff ladeó la cabeza, y Harry se inclinó para hablar en tono bajo.
—Harrison Styles es mi padre. No estoy aquí en misión oficial, sólo estoy tratando de averiguar que está pasando.
—¿Eres uno de esos Styles? —Preguntó el sheriff, y Harry podía ver las defensas del hombre bajando.
—Correcto.
Harry volvió a sacar su identificación. El sheriff la miró, esta vez tomándose su tiempo. Asintió y levantó un archivo delgado, entonces lo puso delante de Harry.
—Eso es todo lo que tengo para darte.
Harry hojeó el archivo, angustiado por la falta de información.
—Te puedo ahorrar algo de tiempo.
Harry lo miró y asintió.
—Esta es la quinta vez que tu padre ha encontrado pruebas de intrusos en el rancho. Mismo lugar cada vez. No sabemos lo que están haciendo, o por qué lo están haciendo. No hay nada allá afuera.
—¿Por qué crees que el encuentro fue violento esta vez y no antes? —preguntó Harry. Metió el archivo en la funda del ordenador portátil.
—Bueno, esta fue la primera vez que los sorprendió en acción. Antes, era siempre después de los hechos. Harrison se encontró con ellos, los desafió y le dispararon. Le dieron, pero logró escapar. Se ató a la silla por si se desmayaba antes de que su caballo pudiera llevarlo a la casa grande.
Harry no pudo evitar sonreír mientras escuchaba. Su padre era un hombre duro. A Harry no le gustaría reunirse con él en las llanuras abiertas, eso era seguro.
—¿Qué pasa con la escena?
El sheriff se estremeció.
—No hay mucho. Dos días después, el suelo estaba más duro que el cemento. La lluvia de verano arrasó lo que quedaba. Tengo algunos buenos rastreadores, pero no había nada que encontrar.
Harry asintió. Él mismo conocía a un rastreador bastante bueno. Tal vez podría convencer a su jefe para que enviara a Louis aquí a ayudarle.
Lo dudaba.
—¿Y no hay nada local pasando? ¿Nada que tus chicos hayan oído?
—Peleas entre los trabajadores del rancho en los establecimientos. Un par de chicos con más dinero del que deberían. Sus nombres están en el archivo, pero no es nada que no explique unas cuantas apuestas.
Harry le dio las gracias, le estrechó la mano antes de salir del remolque sofocante al aire libre. El sol ardía, por lo que el asfalto parecía fluctuar. Pero se sentía más fresco aquí fuera que dentro. Se apresuró a la camioneta, una de la flota del rancho y manoteó para arrancar el motor antes de estallar en llamas.
Se sentó en la cabina, a la espera de que el aire funcionara y rumió lo que acababa de averiguar. No había ninguna razón para ello. Había mirado un mapa de la zona donde su padre se había encontrado con los intrusos, y cerca no había nada más que una vieja casa de bombeo. El río subterráneo que una vez que había alimentado el pozo hacía mucho que había cambiado su curso, por lo que el área era sólo otro rincón árido del enorme rancho que no servía para nada más que como pista de equitación para los visitantes.