Los Sádicos También Sienten

34K 3K 2.4K
                                    

Al otro lado de la cuidad, en una casa no tan ostentosa por fuera y que se pierde a la mirada entra las casas aledañas vivía un sádico más.
Eran cerca de las 12 del mediodía  cuando Héctor se divertía con una nueva víctima.

—¿Qué es del placer sin un poco de dolor? —le preguntó a Kristin con su típica voz gruesa y carraspeada, mientras ella yacía en la cama media inconsciente, propio de los somníferos que, sin saber, había consumido.

A pesar de saber que Kristin no le podía contestar, incluso entender, seguía hablando a la vez que caminaba de un lado a otro en la habitación con solo una toalla que le cubría la mitad del cuerpo de la parte de abajo.

—La gente se rehúsa a dejarse invadir por ese instinto animal que es parte de sí, pero por dentro, en sus mentes, les quema el deseo de experimentar el asesinar, el dominar, el poder controlar y someter a una persona. Quién conoce este mundo ya no quiere salir jamás, benditas sean las más malditas sádicas pasiones —terminó diciendo al momento en el que se colocaba al costado del cuerpo desnudo de Kristin.

Con una mano comenzó a acariciar suavemente el rostro de aquella joven, estaba extasiado por la belleza que presentaba. Era una mujer de piel muy blanca, una cabellera larga de color castaño y a pesar del trance de bella durmiente en el que se encontraba, la belleza que irradiaba no se le esfumó y las pecas que adornaban su rostro no eran más que un plus para aquel sádico que pronto la sometería.

Siguió el camino con su mano acariciando las comisuras de su boca y continuó bajando por el cuello hasta llegar a sus senos donde los apretó, masajeó y con su dedo pulgar e índice comenzó a jugar con los pezones mientras la erección llegaba a su cuerpo y ni la toalla que traía anudada a la cintura lo podía hacer ya disimular.

—Vamos a divertirnos —dijo al momento en que se despojó de la toalla que traía puesta y dejó su desnudez y su erección al descubierto.

Se colocó delante del cuerpo de Kristin y la abrió de piernas, se llevó la mano a la boca para ensalivar sus dedos y luego, con aquella misma mano, humedecer su miembro e introducirlo de un solo golpe en la vagina de ella quien no sabía que pasaba a su alrededor, estaba sumida en la inconsistencia total.

—¡Mierda! —exclamó Héctor al sentir el placer que le generaba el entrar y salir de ella.

Hubiera continuado con la diversión sino es que alguien  entró de golpe a la habitación.

—Señor...

—¿Cuántas veces te he dicho que no debes molestar cuando estoy ocupado? —bufó Héctor con gran enojo.

—Lo sé señor, pero es urgente. Tal parece que han asesinado a su sobrino Frank.

—¿Qué? ¿Por qué dices eso? — preguntó Héctor al momento en el que se puso de pie dejando a Kristin de lado y colocándose nuevamente la toalla.

—Porque lo llamo a su celular y suena apagado, he ido a su apartamento y no hay respuesta. Lo último que se sabe según me informaron en que lo vieron en la discoteca Strambotic con una misteriosa chica.

—Ese imbécil, le dije que jamás vaya para ese lugar —renegó Héctor —. ¿Hay alguna descripción de aquella mujer?

—No mucha, solo se sabe que era una mujer atractiva, llevaba un vestido de color negro brilloso y estaba sola en la barra. Ahí fue tal vez cuando Frank la intervino.

—Solo se me ocurre una sola persona, la maldita de Dannae —menciono con una gran cólera, hasta el punto que ciertas venas se le marcaron en el rostro.

Sádicos © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora