Capítulo 11

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Gritos, eso es lo primero que oigo. Gritos desgarradores y horribles. La alguacil Démez entra en la celda conmigo, cierra con llave y se sienta a mi lado en la cama.

—No tengas miedo, sólo durará un rato y saldremos de aquí.– Su tono de voz me tranquiliza y transfiere cierta calma a mi cuerpo, quién estaba en un estado de tensión constante.

—¿Por qué sacarme de aquí? ¿Por qué ahora?

Su indecisión me pone nerviosa. Sólo quiero una respuesta, es simple.

—Porque te diste cuenta de que este sitio no era bueno para nadie.

Me acomodo en la cama abrazando la almohada e intentando ignorar los sonidos de forcejeo, disparos y gritos. Empiezo a sentir frío y me tapo con la sábana. Cierro los ojos cuando todo se empieza a mover levemente, esperando el momento justo para que se caiga todo.
Alguien me toca, y me levanto esquivándolo.
Desde hace años nadie me había tocado, sólo el sargento Stevens. Es una sensación olvidada que no me gusta. Es extraña, desconocida y áspera.
Miro al hombre que me ha tocado. No debe de sobrepasar los 30 años, creo que ni se acerca a ellos. Es alto, de mi misma altura, ojos oscuros, pelo castaño con un corte parecido al de Jack y el sargento Stevens. Pero me mira fijamente, algo que nunca me ha gustado.

—Tú debes de ser la famosa Golat.—Su voz es grave y un poco ronca.
No contesto, simplemente me quedo callada. No lo conozco, no confío en él, no me ha dado razones para confiar en él.

—Vamos a establecer tres reglas respecto a Golat, Jeremy—habla la alguacil Démez—, la primera es que nadie va a tocarla si ella no os dice que podéis. La segunda es que no vais a presionarla para que os dé conversación, datos de su vida aquí o cualquier cosa personal. La tercera y más importante es que puede elegir la tarea que le dé la absoluta gana.

El chico que se llama Jeremy me analiza y acepta.

—Tenemos que irnos antes de que vuelvan a funcionar las cámaras.—Se da la vuelta y empiezan a caminar hacia la salida de la celda. Recojo la libreta y los sigo.

Jeremy le echa una mirada curiosa a la libreta pero sigo sin decir palabra. No tengo nada de qué hablar. Caminamos por pasillos llenos de cuerpos que reconozco de la sala de máquinas o del programa de rotación de guardias. Me voy asustando a medida que voy viendo que no se mueven. Pero siento que están vivos, en una parte profunda de mí, sé que están vivos. Me arrodillo cerca de uno de los cuerpos y lo analizo. Su pecho casi no se mueve, tiene una herida en la pierna leve pero dolorosa. Por instinto acerco mi mano con cuidado a la lesión, que poco a poco se va cerrando. Hasta que los ojos del cuerpo se abren.

—¿Por qué has hecho eso?—exclama Jeremy—¡Te han tenido aquí encerrada durante años, no se merecían vivir! ¡Para empezar ni siquiera estaban muertos!

Lo ignoro y observo los ojos de azules de Jack moverse por nosotros tres nerviosos, hasta que se centra en mí.

—Lo has hecho tú.—Afirma— ¿por qué?
Me encojo de hombros, me incorporo y le ofrezco la mano para que se levante del suelo. Tiro de él y sacude sus hombros en cuánto está sobre sus dos pies.

—Gracias.—Mira con suspicacia a Jeremy y a la alguacil Démez.—¿Qué hacéis?

Sonrío ante su obviedad.
—Dando un paseo por el patio, no te jode.—Jeremy contesta frustrado.

—¿Puedo ir con vosotros?—esta vez habla en serio, está preguntándole a la alguacil Démez.

—No es a mí a quien se lo tienes que preguntar.

—Mi respuesta es no, sigamos.—Jeremy empieza a caminar, pero la alguacil Démez lo sujeta haciéndole una llave en el brazo.—¡Venga ya! Ni siquiera dió una palabra, no tiene ni puta idea de estrategias y aunque las tuviera no sabe cómo es el terreno exterior.

—¿Qué crees que puedes aportarnos?—al oír mi voz Jeremy deja de quejarse mientras murmura «Por lo menos tiene cabeza...»

—Protección, seguridad y técnicas de supervivencia. Más algo de alegría que a ese sujeto le falta, nunca mejor dicho.—Hace referencia a la postura que tiene gracias a la alguacil Démez que no le suelta el brazo.

—Protección y seguridad es básicamente lo mismo. Podrías venir, siempre y cuándo demuestres tu confianza. El cómo es simple, elige a uno de tus antiguos compañeros y clávale el cuchillo que llevas en la botas.

Si lo hace sé que no puedo confiar en él, si se lo plantea sé que puede llegar a traicionarnos por una oferta mejor, si se niega le preguntaré el porqué.

Se cruza de brazos y analiza mi expresión.

—Normal que esté loca, lleva aquí unos quinientos años. La locura mas la vejez no es buena combinación.

—Cierra la boca antes de que te meta una patada en tus genitales, Harper.

—Acepta de una maldita vez tus... ¡Ouh!—oigo un golpe seco y sé que Jeremy está en el suelo.

—No tengo necesidad de hacerlo.—Habla Jack por fin.—¿Por qué la tienes tú?
—Por nada. No creo que tengamos un tiempo ilimitado, podemos seguir caminando. Puedes venir Jack.

Levanto a Jeremy del suelo que sigue con cara de dolor y aceleramos el paso guiados por la alguacil Démez. Giramos y estamos llegando cerca de la sala de baño, pasamos por delante de ella. De repente frenan en seco. Miro encontrándome una puerta de metal muy grande con un guardia -extrañamente vivo- delante de ella.
Me observa durante un rato y abre los ojos como platos apuntándome con su arma. Jeremy, la alguacil Démez y Jack forman una barrera delante de mí. La alguacil Démez saca una pistola, Jeremy se coloca en una perfecta posición de ataque y Jack saca un arma. Mientras, yo estoy pensando para qué me sirve curar heridas en una batalla.

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