El rey-dios

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Años atrás...

Palacio de Cronos

Me encontraba junto a mi hermana mayor Selene y mi hermano menor Pyrus mirando en lo más alto del cielo a los humanos. Ellos me ocasionaban una gran curiosidad, ya que, gozaban con una extraña habilidad que ni aún nosotros siendo dioses poseíamos.

Tenía demasiadas preguntas las cuales mi padre, ni mis hermanos podrían resolver, mi hermana Selene quién nunca me perdía de vista ante tanta monotonía me pregunta: —¿Qué es lo que tanto miras?

—Los humanos son curiosos ¿No crees?

—Vamos, Helio ¿Te atraen esos seres tan insignificante?

—Separecen a nosotros, pero nunca serán como nosotros.

Decidí ignorar a mi hermana para seguir en mi actividad, sin embargo, mi hermano Pyrus me interrumpe diciendo:

—Es cierto lo que dice, Selene.

—¿Y si le pedimos a nuestro padre que nos deje descender?

—¿Y qué tenemos que hacer allá?

—La vida humana me parece insignificante.

Miré un poco más y tenía una extraña sensación en mi pecho que me invadía, así que, me ubiqué en la orilla.

Mi hermana Selene me toma del brazo y me dice:—¿Qué piensas hacer? Sabes que si te lanzas no podrás volver.

—No planeo hacerlo.

—¡Helio!

Esa fue la última imagen que quedó grabada en mi conciencia, desperté en la orilla de alguna playa.

Miré a mi alrededor esperando encontrar a alguien, la Tierra yacía oscura y sabía que era por mi causa.

Miré al satélite celeste apagado, esa era mi hermana Selene que me miraba con gran melancolía.

—Lo siento tanto, Selene.

El sonido de una piedra me alerta que se encontraba alguien allí, miré a mi alrededor tratando de esconderme. Sin embargo, era demasiado tarde estaba rodeado por un grupo de personas, quienes me llevaron al jefe.

No podía entender su lengua, si para empezar nunca había hablado con un ser humano ¿Cómo podían ser tan parecidos a nosotros y tan distintos? ¿En qué pensaba nuestro padre?

Aquel hombre de piel cobriza y ojos oscuros, me concede el poder, así escomo nace la ciudad de Astoria. Le enseñé la escritura, la metalurgia, además de otras formas de arte, ellos me enseñaron algo que nunca había conocido o bien nunca había tenido idea que poseía.

Los humanos lo denominaban emociones, a medida que pasaba tiempo con ellos me sentía más conmovido por sus acciones.

Podía ver la alegría del nacimiento de un hijo en los ojos de una mujer,podía ver el llanto de un niño ante la muerte de su animal.

Así que, me cuestioné a mi una vez más ¿Cómo teniendo tanto poder podría ser indiferente al dolor de ellos? Ya había pasado un año y mi hermana no cambiaba de parecer. Los animales estaban muriendo, así que, me lancé al mar en donde había caído y pude ver cómo la ira de mi hermana movía las mareas con gran fuerza que creí que moriría.

—¡Selene!¡Para!—Grité con todas mis fuerzas. —¡Selene!¡Perdóname!—Grité nuevamente.

Selene no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer, por lo tanto, lancé mi último grito sabiendo que moriría.

Los niños del sol [Completada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora