...somos nuestras sombras.

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De pequeña, ella quería ser como su sombra. Un día, iba caminando cuando vio a esta proyectada sobre el suelo. Era majestuosa: sus piernas parecían infinitas, eran delgadas, incluso más de lo que siempre había soñado, eran largas. Andaba sin mirar al frente, sólo se fijaba en la opacidad que formaba su cuerpo. ‘’Ojalá fuese así’’ pensó.

 Le gustaba verse tan idealizada, aunque aquello fuese algo que nunca alcanzaría. ‘’¿Por qué nuestras sombras no pueden humanizarse?’’ llegó a preguntarse un día. Para entonces, ella ya no quería ser como su sombra, ella quería ser su sombra.

 Llegó a obsesionarse de tal manera que sólo le prestaba atención a su espectro, le hacía fotos a este y hasta le hablaba, pero él nunca le contestaba. ‘'Vaya, qué borde.’’ pensó la niña. Y le dio un pisotón, pero sólo se hizo daño a ella misma.

 Su manía quedó sofocada con el paso del tiempo y, una vez, cuando volvía del instituto, se acordó de aquella etapa. Y miró al suelo, ella seguía ahí: tan sublime, tan perfecta. No le dio importancia, era consciente de que aquello no era real. Que nosotros somos las sombras y que, a la vez, ellas eran nosotros. Continuó su camino.

De lo que ella nunca se dio cuenta era de que, con el paso del tiempo, se había convertido, metafóricamente, en su sombra. No era exactamente sílfide, sino que era oscura. Y se había vuelto tan dependiente como solitaria, arrastrando sus piernas detrás de las personas autoritarias, como una engañosa y lamentable sombra.

''Sólo al ser esclavo de tu interior encontrarás la libertad'' Israel Moyeda

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