...llegas al final.

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Tu madre da el portazo. Y de la misma manera que parecía que la puerta se iba a romper, lo ha hecho tu alma. Pinchazos intermitentes, a cada cual más profundo. Sientes que tu coraza de hielo empieza a derretirse por el calor que irradia tu furia.  Aunque en realidad, eso lo supones. Porque no eres capaz de sentir nada que no sea tristeza. Intentas sacar una espina, de muchas tantas, que te han clavado. Mal hecho, porque empiezas a sangrar. Empiezas a sentir. Empiezas a deteriorarte tanto física como psíquicamente. Ya no hay marcha atrás. Te estás muriendo, joder. Te estás muriendo y no haces nada. Aprecias la sangre que ahora cubre el suelo de tu habitación, la tocas. Está espesa. Es el fin. 

La noche es oscura, como su alma. La luna está oculta tras nubarrones grisáceos, como sus pupilas. La gente es ruidosa, como su interior. La vida exterior continúa su curso mientras las farolas iluminan brillantes, como su sonrisa.

Fin, qué palabra más bonita. El fin es algo tan subjetivo. Y me gustaría experimentarlo de todas las maneras posibles. Mientras unos se aferran a lo que ahora tienen, otros se liberan de ello y vuelan. 

De cuando...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora