Capítulo 8

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N/E: En el capítulo anterior, alguien comentó "Que pena, se termina la historia y no tienen un bebé", ya os informo de que si esperabais un bebé, lo siento pero en este el último capítulo de esta historia no hay ni habrá un bebé, lo siento. 😘💙😎

N/A: Aquí está el final de esta historia, espero que no os decepcione mucho...

Gracias a todas las personas que habéis seguido la historia y a los que habéis decidido aportar vuestra opinión en forma de review o por twitter, lo agradezco mucho. Y siento no continuarla más, pero creo que es mejor así antes que desgastarla y de que acabe por no gustarme e inspirarme menos.

Gracias especialmente a Lau por animarme a escribir este fic y por tus locas ideas :D!
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Caminó despacio, amoldándose a su paso, hasta que llegaron a su destino. El pequeño James se quedó parado, observando a su madre, mientras ésta dejaba los dos ramos de flores que llevaba en la mano en las dos tumbas que había frente a ellos, una más pequeña que la otra.

-Toma – le dijo Kate, agachándose junto a él y dándole una de las rosas de uno de aquellos ramos - ¿Quieres dejarle tú ésta a la abuela?

James asintió, con una sonrisa, y aceptó la flor que su madre le ofrecía. Caminó unos pasos hacia delante, y se agachó junto a la tumba de su abuela, dejando la rosa junto al ramo que su madre había dejado allí antes. Después se giró hacia la izquierda y dejó un pequeño peluche que llevaba en la mano, era un pequeño león, que él mismo había querido llevarle a su hermano.

Su madre le pasó una mano por su corta melena y le dio un beso, después se agachó junto a ambas tumbas y depositó un beso con su mano en cada una de ellas. James la observaba, atento. Sabía que sus papás se ponían tristes cada vez que visitaban a su hermano, por eso durante un tiempo él no quería que fuesen allí, sin embargo luego le habían explicado que se ponían tristes porque lo querían mucho.

Cuando su madre se levantó, el pequeño agarró su mano y ambos se encaminaron de nuevo hasta la salida.

Ya en casa, James y Kate veían un rato la televisión cuando una característica carcajada les hizo girarse hacia la puerta.

-¡Ya estamos en casa! – gritó Castle desde la puerta, mientras la cerraba con el pie. Sus dos manos estaban ocupadas con bolsas de comida.

-¡Traemos tainandesa! – gritó Amy, corriendo hacia su madre.

-Se dice tailandesa cariño – sonrió Kate, mientras cogía en brazos a su hija, recibiendo un fuerte abrazo - ¿Qué tal en ballet?

-Muy bien – contestó la niña riendo mientras recibía las atenciones de su madre.

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